Marruecos, situado en el puesto 48 del mundo en ciberdelincuencia, fue evaluado en un estudio publicado por un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford y de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Canberra. Este estudio, publicado en la revista PLOS ONE, presenta el primer índice mundial de ciberdelincuencia (World Cybercrime Index, WCI). El objetivo es analizar la distribución geográfica del delito cibernético e identificar los principales centros y puntos críticos para comprender mejor las dimensiones locales del delito cibernético global e intervenir de manera proactiva en los países vulnerables.
Marruecos ocupa el puesto 48 a nivel mundial, después de Haití y justo antes de Panamá, y el séptimo en África, con una puntuación de 0,45 en el Índice Global de Ciberdelincuencia. Esta clasificación se basa en varios subíndices, incluido el impacto y la competencia profesional y técnica de los ciberdelincuentes en estos países. Seis países aparecen entre los 10 primeros: China, Rusia, Ucrania, Estados Unidos, Rumania y Nigeria.
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En África, Ghana ocupa el puesto 13 a nivel mundial y el 2 en África con 3,58 puntos. Le sigue Sudáfrica, que ocupa el puesto 14 en este índice. Camerún y Gambia ocupan el cuarto y quinto lugar en el continente con 0,70 y 0,62 puntos respectivamente, mientras que Sierra Leona ocupa el sexto lugar en África y el 45 a nivel mundial.
En Medio Oriente, Irán lidera, ocupando el puesto 11 a nivel mundial con 4,78 puntos, seguido por Israel en el puesto 16 a nivel mundial. Los Emiratos Árabes Unidos ocupan el puesto 24 del mundo con 1,55 puntos.
Rusia es identificada como el principal centro de delitos cibernéticos del mundo con una puntuación de 58,39, seguida de Ucrania y China, que ocupan el segundo y tercer lugar con 27,86 puntos. Estados Unidos y Nigeria ocupan el cuarto y quinto lugar, siendo Abuya el primero en África.
La ciberdelincuencia representa un gran desafío para el mundo, con costos y pérdidas estimados en cientos de millones de dólares. Los ciberdelincuentes suelen esconderse, lo que dificulta determinar su verdadera ubicación, especialmente porque el conocimiento científico sobre la geografía del ciberdelito es limitado.
Este estudio proporciona una base para desarrollar un modelo teórico que explique por qué algunos países generan más delitos cibernéticos que otros. Al mejorar la comprensión del delito cibernético como un fenómeno localizado, WCI puede ayudar a levantar el velo del anonimato que protege a los ciberdelincuentes, fortaleciendo así los esfuerzos globales para combatir esta amenaza en constante evolución.
