Las mariposas de Ecuador luchan por adaptarse al cambio climático

Las mariposas de Ecuador luchan por adaptarse al cambio climático
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El olor fétido a pescado podrido llena el camino en medio de la jungla. En la reserva de Cuyabeno, en el corazón de la Amazonía ecuatoriana, un equipo de biólogos y guardabosques colgaron en las ramas trampas para mariposas, joyas aladas repletas de información que les permitían medir los efectos devastadores del cambio climático.

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Dentro de las redes, un vaso que contiene cebo de pescado o plátano fermentado pretende seducir a individuos adultos, cuya vida efímera permite comprender a corto plazo la extinción de determinadas especies.

Desde agosto, el equipo lleva a cabo un proyecto de monitoreo de mariposas con el apoyo de la ONG Rainforest Partnership, con sede en Estados Unidos.

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El sudor, la larga caminata y la pestilencia tienen su recompensa: en una semana, el equipo recolectó 169 mariposas, principalmente de la familia nymphalidae. De ellos, 97 fueron marcados en sus alas y liberados. Los demás, probablemente pertenecientes a nuevas especies, serán estudiados.

Temporadas “mortales”

La bióloga María Fernanda Checa lidera el proyecto y desde hace diez años estudia las mariposas en el cercano Parque Nacional Yasuní, una reserva de la biosfera donde se explotan grandes yacimientos de petróleo.

Su trabajo se amplió en 2023 a la reserva Cuyabeno, en la provincia de Sucumbios, al noreste del país. Los resultados se conocerán pronto, pero Checa, profesora de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), ya espera algunos descubrimientos.

El número de especies que caen en trampas ha disminuido un 10%, y en cuanto a la cantidad de individuos, “la disminución también es muy significativa, estamos hablando de un 50%”, observa. “Es algo que nos preocupa”, dijo Checa a la AFP.

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AFP

La bióloga Elisa Levy, a quien la AFP acompañó en la expedición, es la encargada del seguimiento de las mariposas en Cuyabeno, un bosque donde crecen árboles en medio de lagunas.

Mientras golpea el aire para ahuyentar a los mosquitos, la Sra. Levy da instrucciones a los guardabosques del Ministerio de Medio Ambiente y a un estudiante.

“¡No toques las alas! Se desprenden y es como desollarlos”, advierte a su equipo, que regresa a la selva cada dos meses para cazar los preciados lepidópteros.

efecto dominó

Los investigadores sujetan el abdomen de las mariposas con las manos, les soplan suavemente el torso para que retraigan las patas y, con la ayuda de unas pinzas, extienden sus alas multicolores. Es una encantadora explosión de rojos y azules brillantes, marcas que simulan ojos depredadores y patrones similares al pelaje moteado de los jaguares o las rayas de las cebras.

“Por un simple color, una pequeña línea, ya podemos decir que es otra especie. Es emocionante”, se maravilla el guardabosques Nilo Riofrío, capaz de atrapar mariposas en pleno vuelo sin hacerles daño.

Las mariposas son “bioindicadoras”, lo que significa que son “muy sensibles incluso a cambios pequeños en el ecosistema”, debido a su ciclo de vida que comienza con huevos y luego orugas y finalmente una breve vida adulta, explica Checa. Las temporadas de sequía en particular “son mortales” para los insectos.

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La señora Levy explica el efecto dominó de la crisis climática en el ecosistema. “Si la planta huésped (de la que se alimenta la oruga) no se adapta a estos cambios climáticos, la mariposa no podrá sobrevivir”.

“Problema serio”

En Ecuador existen alrededor de 4.000 especies de mariposas, un número cercano al de los países vecinos Perú y Colombia, que son cuatro veces más grandes.

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En las zonas tropicales, las mariposas no están adaptadas a los cambios climáticos, como ocurre en los países de cuatro estaciones en regiones con climas más templados.

“Si el clima se enfría o se calienta (hasta temperaturas excesivas), no es probable que se adapten rápidamente”, advierte la Sra. Levy.

Según un documento publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2023, alrededor del 35% de las especies de insectos del planeta están en peligro de extinción.

“Esto es un problema grave para nosotros” debido a las funciones que desempeñan en la naturaleza, como la polinización, subraya Checa. Y lo peor es que en lugares muy diversos como la reserva Yasuní, “el ritmo de descubrimiento de especies es más lento que el ritmo de extinción”, añade.

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