CRÓNICA – Según datos de la OCDE, el 79,2% del PIB del país se destina al consumo francés.
Un Ministro de Economía y Finanzas no debería decir eso. Al enterarse la semana pasada del aumento del 0,2% del producto interior bruto (PIB) en el primer trimestre según el INSEE, Bruno Le Maire hizo este comentario sarcástico: “A todos aquellos que quieren creer que nuestra economía está paralizada: los hechos son testarudos. Allá crecimiento Progreso francés. Esta es una nueva señal que refleja la solidez de nuestra economía”. ¿En realidad?
Este crecimiento no sólo es en sí magro (0,8% a tasa anual), sino que este desempeño, algo rápidamente asimilado a “resiliencia”, está vinculado al déficit público que, como un crédito, impulsa la demanda. Este déficit ha alcanzado -nadie puede ignorarlo- el 5,5% del PIB en 2023, ¡para gran consternación del propio Bruno Le Maire! “Dios se ríe de los hombres que valoran los efectos cuyas causas deploran”, diríamos al ministro, parodiando la fórmula atribuida a Bossuet.
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Aunque sea pálido, el crecimiento de la economía francesa se está produciendo a crédito…
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