Los peligros de la visión “antiterrorista” de Estados Unidos en Gaza

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El presidente estadounidense Joe Biden en Washington, DC. (Estados Unidos), 31 de mayo de 2024. BRENDAN SMIALOWSKI / AFP

ohNunca podremos decir lo suficiente cuán devastadores pueden ser los sesgos ideológicos cuando, frente a una realidad que los contradice, conducen a la destrucción de esta realidad humana, demasiado humana, que se atreve a desafiarlos. Para Estados Unidos, el desastre se mide entonces por el poder incomparable que puede movilizar en Medio Oriente. Así es como George W. Bush, en nombre de su “guerra global contra el terrorismo”, lanzó la catastrófica invasión de Irak en 2003. En lugar de la democracia que profetizaron los ideólogos neoconservadores, fue el monstruo yihadista el que floreció en semejante campo de ruinas, primero con la rama iraquí de Al Qaeda y luego con la organización Estado Islámico, designada con su nombre en árabe por el acrónimo de Daesh.

Joe Biden, uno de los pocos senadores demócratas que apoyó activamente la invasión de Irak, fue el responsable de este expediente desde 2009, como vicepresidente de Barack Obama. Siguió consistentemente un enfoque siempre ideológico hacia “antiterrorismo” que, a pesar de sus repetidos fracasos en el terreno iraquí, hoy constituye el marco intelectual y operativo de la participación estadounidense en Gaza.

Exasesor de Trump a cargo

De hecho, el actual presidente estadounidense nombró, tras su llegada a la Casa Blanca, en enero de 2021, a Brett McGurk como “coordinador para el Norte de África y Medio Oriente”. Este exasesor de Donald Trump no es diplomático de carrera ni especialista en la región, algo que descubrió gracias a la “guerra global contra el terrorismo”en Bagdad en 2004. Su estrecho enfoque de seguridad le impidió, en 2012, ser nombrado embajador en Irak, pero le permitió, tres años después, convertirse en enviado especial de Barack Obama a la coalición liderada por Estados Unidos contra Daesh, primero. en Irak y luego en Siria.

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Donald Trump lo mantiene en esta posición, quien aprecia tanto su pugnacidad como su relativo desdén por las víctimas civiles. De hecho, se reducen, en nombre de una lógica estrictamente antiterrorista, a no ser más que “daños colaterales” en las despiadadas batallas libradas para aplastar, en 2017, los bastiones yihadistas de Mosul, en Irak, y luego de Rakka, en Siria. Cada vez, hay campos de ruina cuyos “liberación” lo anuncia la Casa Blanca.

McGurk renunció con fuerza en diciembre de 2018, criticando a Trump por su deseo finalmente infructuoso de retirar las tropas estadounidenses de Siria. Esta controversia pública le abrió las puertas a la administración Biden a McGurk, donde persistió en su visión puramente de seguridad. La única lección que extrae del desastre iraquí es que es mejor utilizar empresas de seguridad privadas que exponer a los soldados estadounidenses.

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