¿Qué futuro para la economía francesa?

¿Qué futuro para la economía francesa?
¿Qué futuro para la economía francesa?
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¿Qué futuro para la economía francesa? ¿Qué futuro le espera a un país que acumula cuatro déficits al mismo tiempo (la única excepción en toda la zona del euro)? ¿Qué futuro tiene un país que tiene una deuda de más de 3 billones de euros y que se encuentra sancionado por una institución transnacional –la Comisión Europea– por su situación presupuestaria? ¿Qué futuro, en definitiva, tiene Francia que, además de esta desastrosa situación, también se encuentra en una profunda crisis política?

La gran pregunta que surge es, por tanto, la siguiente: ¿podemos todavía esperar una recuperación económica o está Francia condenada a una degradación?

La dimisión del gobierno de Barnier interrumpió el examen del proyecto de ley de finanzas para 2025. A partir de ahora, es el nuevo primer ministro François Bayrou quien se encuentra a la altura de la tarea, afrontando las exigencias de los diferentes partidos. En estas condiciones, surgen dos opciones: retomar rápidamente los textos presupuestarios a principios de enero, o tomarse más tiempo para reescribirlos en profundidad, con un calendario que se extiende hasta febrero-marzo. De hecho, el fantasma de desencadenar un 49,3 vuelve a asomar (aunque el ejecutivo todavía espera una votación tradicional) porque la falta de consenso hace que las reformas sean más complejas, en un contexto en el que cada decisión presupuestaria está sujeta a largas negociaciones.

En nuestra economía hiperfinanciarizada, la señal de alarma proviene de los mercados, no del Parlamento. Sin embargo, durante varias semanas, la tasa de endeudamiento francesa se ha mantenido relativamente alta y la brecha con Alemania se está ampliando. Sin un aumento importante, por supuesto (gracias a los países europeos que son fiscalmente rigurosos), esta tasa ha superado la de Grecia, un país marcado por una década de crisis sin precedentes. La incertidumbre política reinante, combinada con la ausencia de un presupuesto que probablemente empeore aún más el déficit, refuerza la imagen de una Francia cada vez menos solvente. En 2025, el pago simple de intereses de la deuda debería alcanzar los 60 mil millones de euros, más que los presupuestos asignados a defensa o educación superior. Francia está atrapada en el círculo vicioso de la deuda: de los 300 mil millones de euros de emisiones previstos para 2025, cerca de 175 mil millones se dedicarán a pagar deudas pasadas, una cifra de casi 20 mil millones más que en 2024. Lejos de invertir en lo necesario transformaciones, el país se está agotando financiando su inacción. Y si la situación presupuestaria sigue siendo tan preocupante, lo que preocupa también es la falta de visión a largo plazo… Los hogares, abrumados por la incertidumbre, prefieren ahorrar antes que consumir (se espera que el consumo sólo aumente muy ligeramente en 2025): 17,6 %, la tasa de ahorro sigue muy por encima de su nivel anterior a la crisis. Por tanto, los efectos no hacen más que multiplicarse: las inversiones extranjeras tan elogiadas por el Gobierno se ven notablemente bloqueadas, aunque los títulos franceses registran pérdidas importantes.

Esta crisis también está golpeando a sectores estratégicos. Ya sea defensa, agricultura, bienes raíces, energía, los principales sectores del país se ven afectados. La defensa francesa, pilar de la soberanía de un país (sobre todo en esta época en la que domina cada uno por su cuenta), ve congelados sus créditos por valor de casi 3.300 millones de euros. La agricultura, por su parte, un sector históricamente importante para el país, ha perdido más de 400 millones de euros en ayudas. En cuanto al sector inmobiliario, por el momento se ha abandonado la expansión de los préstamos a interés cero, lo que priva a muchos hogares del acceso a la propiedad. En el ámbito energético, la reforma post-Arenh, esencial para estructurar el mercado eléctrico, se pospone a pesar de que Europa completó una reforma incompleta el pasado mes de julio. Por último, queda otro impensado: el de las inversiones en investigación y desarrollo. Francia sólo invierte alrededor del 2% de su PIB, mientras que Alemania invierte el 4% y el consenso europeo prevé al menos el 3%. Un país que no invierte en el futuro es un país que en el mejor de los casos se queda quieto y en el peor retrocede…

Ante esto, cambiar para que nada cambie será probablemente el lema republicano en las próximas semanas. La situación corre el riesgo de empeorar: mientras Moody’s prevé un déficit público del 6,3% del PIB en 2024, la agencia de calificación ha decidido rebajar la calificación crediticia de Francia, junto con la de siete bancos. nacional. A este ritmo, Bruselas podría sancionar al país con 1.500 millones de euros cada seis meses, dado el procedimiento de déficit excesivo al que está sujeto. Pero peor aún: esta inestabilidad podría reducir el crecimiento francés al 0,2% en 2025. Pero, ¿cómo podemos encontrar finanzas públicas estables sin un crecimiento suficiente? El crecimiento ayuda a generar nuevos ingresos y a reducir tanto el déficit como la deuda. Sin suficientes motores de crecimiento y con una inflación ahora inferior al 2%, la situación se está volviendo imposible de gestionar. Al mismo tiempo, se espera que el desempleo vuelva a aumentar y alcance el 7,6%, como predijimos para la mayoría de los países europeos a principios de año. Se espera que se creen sólo 40.000 nuevos puestos de trabajo en Francia en tres trimestres, mientras que empresas emblemáticas como Michelin, Renault y Auchan ya han anunciado importantes planes sociales.

Esta crisis múltiple también está teniendo lugar en un contexto internacional cambiado. Ni que decir tiene que la multipolaridad del mundo y el ascenso de muchas potencias emergentes no benefician a Francia, disuelta en el proyecto europeo. Pero la reciente elección de Trump y el aumento del proteccionismo se suman a estos desafíos. Estados Unidos sigue siendo el cuarto socio comercial de Francia, con unas exportaciones de 45.000 millones de euros en 2023. El aumento de los aranceles aduaneros previsto por el nuevo presidente estadounidense -del orden del 10 al 20% en el Viejo Continente- provocará la La economía francesa se verá afectada. Un aumento de los precios conducirá a una reducción de las compras por parte de los importadores estadounidenses y, por tanto, a una reducción del atractivo de los productos franceses. En particular, algunos sectores se ven más afectados que otros, a saber, las bebidas (vinos y bebidas espirituosas), los textiles, la moda y la agroalimentación. Las pequeñas y medianas empresas francesas serán las más afectadas, al no poder deslocalizar sus actividades como lo hacen las más grandes. Por el contrario, algunos de estos últimos se beneficiarán de las políticas de Trump, que también estarán marcadas por programas de inversión masivos.

Aunque está rezagada en el mundo emergente, Francia se encuentra incapaz de afrontar los desafíos que enfrenta. En la vaguedad que reina hoy, el futuro parece tomar forma, independientemente del Primer Ministro en liza. Ante esta situación, o el país da un giro de 180 grados que combina soberanía y estabilidad presupuestaria, integrando una nueva política monetaria que le permitiría recuperar el control de su destino, o sigue integrado en las estructuras actuales -particularmente europeas-. lo que conduce a un estancamiento asegurado y a una pérdida de influencia en la escena internacional. Como decía De Gaulle, Francia no puede ser Francia sin grandeza. Quizás llegue el momento de esta grandeza perdida, pero para ello es necesario un gran trabajo.

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