El castillo del Landin, donde conviven la familia propietaria y los ocupantes de las habitaciones, todavía estaba dormido cuando un cliente dio la alerta. Al salir poco antes de las nueve de la mañana para disfrutar del aire de la mañana y de la vista del Sena, fue el primero en notar que por las ventanas cercanas a la biblioteca salía un humo espeso.
“Avisó a mi suegro, Pascal Métivier, quien se apresuró, con la ayuda de algunos clientes, a reunir una veintena de extintores y empezar a luchar contra las llamas”, relata Arthur Coral, 24 años, hijo de Karine. Coral, propietaria del lugar desde 1996.
“Las ventanas se rompieron bajo el efecto del calor y el fuego creció repentinamente”, continúa el joven, que quedó petrificado ante tal visión. “Me quedé paralizado por las llamas. Si mi suegro no me dice que use los extintores, no me moveré”.
“Su actuación ante nuestra llegada fue decisiva”
Pronto acompañado por su hermano Edouard, Arthur rápidamente recupera su ingenio y lucha contra el fuego que devora ante sus ojos la biblioteca de caoba, construida en 1756. Es un tesoro patrimonial del castillo, clasificado como monumento histórico desde 2002, que luego desaparece. en llamas en cuestión de minutos.
Su madre, que se encargó de poner a salvo a los doce clientes presentes ese día, elogia el papel desempeñado por sus hijos y su acompañante: “sin su rápida reacción y su valentía, a pesar del humo y el calor, no sería posible”. Puede que hoy ya no haya castillos”, confiesa Karine Coral, aliviada y conmocionada al mismo tiempo al día siguiente del incendio.
Sus palabras son confirmadas por el jefe de bomberos: “Su actuación antes de nuestra llegada fue decisiva. Permitió contener el fuego en una sola habitación y evitar que se extendiera al tejado”, explica el teniente coronel Benjamin Barthe, que dirigió la intervención de unos cuarenta bomberos, apoyados por siete furgonetas. Un edificio imponente que se explica por las dimensiones y el estatus de monumento histórico del castillo.
Alrededor de las 4:30 p. m., después de que el fuego se extinguiera durante aproximadamente cinco horas, Arthur Coral sintió náuseas y comenzó a toser sangre. Los bomberos lo transportaron al hospital de Elbeuf, donde le administraron oxígeno durante cuatro horas para recuperarse de la inhalación excesiva de humo. Cuidado que le permitió recuperar fuerzas y regresar al castillo esa misma tarde, después de una jornada tan larga como difícil.