Estas MRE que encuentran una nueva vida en Marruecos

Estas MRE que encuentran una nueva vida en Marruecos
Estas MRE que encuentran una nueva vida en Marruecos
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Entre ellos, Hassan El Yazghe, de 58 años, pasó la mayor parte de su vida en Amsterdam, donde trabajó en un banco. Su padre, que llegó a los Países Bajos como trabajador migrante, fue bien recibido y la gente todavía sentía curiosidad por los inmigrantes en ese momento, dijo. El clima ha cambiado desde entonces. “Con Rutte ya no era nada bueno para los marroquíes, y con el gobierno actual es aún peor. Siempre sigues siendo el extraño. La gente ya ha tenido suficiente. Los que pueden irse”, explica a Rouw.nl. Durante sus visitas periódicas a su madre, que permanece en Holanda, observa que el país se ha vuelto más hostil.

Este sentimiento de exclusión en los Países Bajos lo comparten muchos holandeses de origen marroquí. Según un estudio de la Oficina Central de Estadísticas (CBS), el 14% de ellos emigró entre 1995 y 2017, frente al 6% de las personas de origen holandés. Las investigadoras de la Universidad Erasmus de Róterdam, Warda Belabas y Petra de Jong, identificaron este sentimiento de exclusión como una de las principales motivaciones de este movimiento migratorio, sumado a la búsqueda de espacio para ser plenamente uno mismo.

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Tánger, con su larga playa, sus calles inmaculadas y su dinámico puerto, ofrece un entorno de vida atractivo. Para un número cada vez mayor de holandeses de origen marroquí, es también un lugar donde se sienten más libres. Mohamed Naji, agente inmobiliario, lo atestigua. Dejó Rotterdam para trasladarse a Tánger en 2012. Cada vez recibe más llamadas de familias belgas u holandesas que desean establecerse en Marruecos. “La gente quiere irse por lo duro que es Holanda. Me dicen que ya no se sienten seguros. Hay miedo constante. Mire los recientes disturbios en Amsterdam. Los políticos inmediatamente culparon a los marroquíes. Sólo queda “nosotros/ellos”. Es una pena”, confiesa.

Naji, que llegó a Rotterdam cuando tenía cuatro años, recuerda una época diferente. “Nunca tuve la sensación de ser un “forastero”. Pero éste ya no es el país de Wim Kok y Ruud Lubbers”, afirma. “Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, algo ha cambiado”, continúa. “De repente tuve que distanciarme de algo que sucedió a miles de kilómetros de distancia. En la calle la gente me señalaba con el dedo. Me verían la barba y sacarían una conclusión. Luego bajaron las ventanillas y gritaron: “¡Osama bin Laden!”. Empecé a comprender: esto no va en la dirección correcta. No quiero que mis hijos crezcan en este país. »

Nordin Dahhan, pediatra de 66 años, también eligió instalarse en Tánger. Desde entonces, disfruta de la tranquilidad de no recibir más “cartas azules”, en alusión a las cartas administrativas holandesas. Después de dos años de idas y venidas, en 2015 abrió su clínica, donde ahora trabajan seis pediatras. “No me pierdo nada”, dice. “Países Bajos ya no es Países Bajos”, concluye.

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