Los testimonios recogidos de sus seres queridos revelan una triste realidad: cuando apenas había salido de la adolescencia, sus padres, en un último arrebato de esperanza, decidieron enviarlo a Europa. “Fue para darle todas las posibilidades de triunfar en su vida”, respira uno de sus familiares, entrevistado ayer miércoles por L’Observateur.
Pero en Europa, El. H. Modou Fall no encontró el ascenso que esperaba. Al contrario, rápidamente cayó en el abismo del vicio. Absorbido por el mundo de los marginados, se dedicó a las drogas y al tráfico. Cuando sus padres, que permanecieron en Senegal, se enteraron de su caída, intentaron traerlo de regreso. Pero el hombre, como un fantasma que escapa de la influencia de sus progenitores, los rechaza categóricamente. Hasta que el destino, implacable, se interpone en sus asuntos. Detenido, arrojado en un avión, fue repatriado a la fuerza a Senegal, pero su regreso no marcó el final de su descenso.
De vuelta con su familia, El. H. Modou Fall permanece sin cambios. Continúa multiplicando sus escapadas, involucrándose a menudo en trucos sucios, reforzando su reputación de delincuente y drogadicto. Una existencia fuera de los confines, lejos de las leyes de la sociedad, que lo impulsó hacia lo irremediable: una caída vertiginosa en el abismo del crimen. Un asesinato, un acto tan atroz como sórdido, que sigue copando titulares en Malika.
El. H. Modou Fall fue puesto bajo custodia policial y será remitido a la fiscalía por “asesinato con acto de barbarie e intento de violación de una menor de trece años”. Un depredador, un asesino, cuyo rostro finalmente se revela después de años de oscuridad y perfidia, como informa L’Observateur.
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