Es como una constelación cubista.

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Tres gorriones. JACK GUEZ/AFP

“Urushi”, de Aki Shimazaki, Actes Sud, 144 p., 16 €, digital 12 €.

Aki Shimazaki, un quebequense nacido en Japón en 1954, que escribe en francés, es un novelista en perspectiva. En cada uno de sus ciclos de novelas dota a sus personajes de un volumen a otro de una fisonomía diferente, dibujando una constelación cubista de familia, amor y amistad. entramos El peso de los secretos, En el corazón de Yamato YLa sombra del Chardon (Actes Sud, 1999-2004, 2006-2013, 2014-2018) como alrededor de un cuadro, en una paleta de reflejos y puntos de fuga, claroscuros y profundidad.

El ciclo Una campana sin badajoque termina aquí con urushiabierto el Suzurán (Actos Sud, 2019) : la flor del título, cuya toxicidad le permite florecer, actúa como espejo de la vida de Anzu, ceramista divorciada, antes de entrar en resonancia con la de sus padres, su hermana, luego su hermano, los personajes secundarios de la El primer volumen cada uno toma su turno para tomar protagonismo en los siguientes. Suzuko, la heroína de este quinto volumen, es la hija de Anzu, quien es su “nueva madre”, su madre biológica, la hermana de Anzu, murió poco después de su nacimiento. A sus 15 años, la joven vive sólo para Tôru, su hermano: hijo de Anzu, es en realidad primo de Suzuko, que sueña con casarse con él desde pequeña, considerándolo como su “tercera madre”.

Luego le cuenta que para ocultar su homosexualidad hizo kárate, dándose una imagen de virilidad creada desde cero, que acabó interiorizando. Decretada por otros, esta personalidad ficticia circulaba como una pelota de ping-pong entre ellos y él, creando una cadena de deseos reales, pero basados ​​en una quimera. Exponencial, irradiante, la mentira engañó a todos, como estos giros de la realidad transmitidos de una generación a otra en la familia.

Cada uno de sus miembros está metafóricamente ligado a un motivo poético, una figura tutelar que preside su destino y teje, con el de sus seres queridos, una arborescencia: una genealogía hecha de ecos y sustituciones, de transferencias de sentimiento y de rol. Suzuko está representada por dos tótems: elurushi del título, savia del árbol de la laca, que sirve de pegamento en el arte de kintsugi, técnica utilizada en Japón para revivir cerámicas dañadas; pero también por un gorrión con el ala rota, que recoge con la esperanza de poder aplicarle, como a todo en su vida, el kintsugi.

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