Lucha contra el saqueo y la falsificación de la historia francesa

Lucha contra el saqueo y la falsificación de la historia francesa
Lucha contra el saqueo y la falsificación de la historia francesa
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Es a la vez una pasión y una paradoja francesa. En nuestro país ya no es necesario demostrar el apetito por la memoria. Para los Presidentes de la República, las conmemoraciones, los panteonizaciones y los múltiples homenajes nacionales son oportunidades para respirar un poco más el olor glorioso del pasado, con la esperanza de conquistar medio punto en las encuestas. Emmanuel Macron disfruta y disfruta del ejercicio con una serie de discursos que probablemente irritarán a las oposiciones. En este entrelazamiento de conmemoraciones y campaña electoral, el Jefe de Estado se encuentra más tranquilo que nunca. Y a los franceses, amantes de la gran historia, les gusta girar las manecillas del tiempo para recordar la grandeza de su país.

Esta pasión francesa, enteramente sana y de buena calidad, está sin embargo teñida por una paradoja mantenida por élites pseudopolíticas, artísticas o de la sociedad civil. Los mismos que celebran el 80º aniversario del Desembarco y de la Batalla de Normandía siguen pidiendo un deber permanente de arrepentimiento respecto del pasado colonial de Francia. Desde su punto de vista, a quien no le molesta ningún anacronismo, Francia debe vencer su culpa indefinidamente. La patología del pensamiento decolonial está lejos de curarse.

Si bien es importante volver a las páginas oscuras de la historia de un país gracias al trabajo de expertos reconocidos en su campo, utilizarlo con fines políticos e ideológicos equivale a pisotear la propia memoria y matar por segunda vez a sus héroes fundadores. Que los enemigos externos de Francia estén trabajando en esto es una cosa, lamentablemente es una “guerra buena”, pero que cada vez más militantes se unan a la procesión de sepultureros debería alertarnos. La multiplicación de manifestaciones autorizadas o no autorizadas por parte de la izquierda radical, que se adorna con los adornos del revanchismo descolonial, es una señal de alarma.

Si el movimiento decolonial tiene tanto interés en volver al pasado francés, es ante todo para servir a sus intereses futuros.

Este mismo revanchismo que también es muy discreto cuando se trata de hablar de otras esclavitudes, es decir, de la trata de esclavos árabe-musulmana. A este respecto, los decoloniales son instantáneamente afectados por la misma y curiosa amnesia selectiva que sólo les hace ver la culpabilidad de los blancos únicamente. Recordemos la polémica suscitada en 2004 por la publicación del libro del historiador Olivier Pétré-Grenouilleau titulado Los tratos de los esclavos. El trabajo detalla no uno, sino tres tipos de trata de esclavos: la trata de esclavos occidental, la trata árabe-musulmana y la trata interafricana. ¡Escándalo! Y como siempre, se utiliza el mismo proceso de intimidación para intentar descalificar al autor con una procesión de juicios y anatemas.

El resto después de este anuncio.

Si el movimiento decolonial tiene tanto interés en volver al pasado francés, es ante todo para servir a sus intereses futuros. El anticolonialismo contemporáneo es el principal argumento utilizado para imponer una inmigración descontrolada hoy y mañana. En definitiva, estuviste en nuestra casa, ahora vamos a tu casa en masa. La inmigración procedente de antiguas colonias, que ya no se limita sólo a ellas sino que se extiende por toda Europa, es un movimiento que se alimenta de este discurso. A este movimiento hay que añadir la dimensión ideológica del revanchismo colonial mantenido en Francia por pseudoélites que desean aliviar su conciencia culpable. Aquí es donde la izquierda radical y la izquierda decolonial se dan la mano para manifestarse juntas.

En un contexto tan impregnado de resentimiento, ¿cómo hacer para que los recién llegados a suelo francés se adhieran a la memoria colectiva? Siempre podemos aumentar el número de vagabundeos y otras peregrinaciones conmemorativas, el discurso vengativo invariablemente tomará el relevo para imponer su narrativa, condenando a los mismos esclavistas y colonialistas desde el principio de los tiempos. Historia y lucidez no van bien juntas. Para no recurrir a ukases decoloniales, simplemente comencemos por no quedarnos callados y encerrados en nosotros mismos mientras intentamos protegernos de los golpes.

La historia es un cofre de guerra para compartir.

No tiene sentido insistir en los fracasos de la integración o la asimilación si no se debate urgentemente ningún intento serio de reconstruir una imaginación común. La clave de nuestros problemas reside en parte en la historia de Francia y sus raíces intelectuales, espirituales y morales. La historia es un cofre de guerra que debe compartirse. Un tesoro compuesto de heridas, lágrimas, figuras legendarias, caballerías imaginarias, deseos poéticos y sinfonías inacabadas.

No podemos obligar a alguien a amar un país, pero podemos enseñar a jóvenes de otros lugares cómo esculpir el patriotismo en la arcilla de sus sueños. Convertirse en francés en el alma y en la conciencia, sin olvidar a los antepasados ​​tunecinos, senegaleses o sirios, es ser animado en la búsqueda de lo universal y nutrido de la importancia del bautismo de Clodoveo en Reims. Convertirse en francés y estar orgulloso de ello, sin olvidar los recuerdos de la infancia, es comprender que la Francia de los campanarios no es una nostalgia rancia. Convertirse en francés y reivindicarlo, sin olvidar la lengua materna, es amar la prosa de un equipo de escritores franceses que ofrecen personajes coloridos y coloridos. Convertirse en francés y conocer Francia, sin volver la espalda a las costas de su juventud, es disfrutar de pasear por los caminos rurales del Mercantour hasta el Cabo de la Hague. Convertirme en francés y amar Francia, sin olvidar el amor por mi país de nacimiento, es lo que experimento cada día.

Todo esto todavía es posible, con una condición: detener el mayor atraco jamás cometido y que se está produciendo ante nuestros ojos. El atraco del siglo consiste en saquear y falsificar la historia de Francia.

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