Castelnaudary. Al final de su cuerda, las enfermeras liberales demuestran

Castelnaudary. Al final de su cuerda, las enfermeras liberales demuestran
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lo esencial
Ante cargas de trabajo cada vez mayores y procedimientos médicos mal pagados, las enfermeras exigen mejoras y reconocimiento de la sociedad por lo que logran a diario.

Aplaudidas durante la crisis de la Covid-19 hace tres años, las enfermeras cayeron en el olvido general. Pero sus dificultades siguen ahí. Al no tener la misma fuerza de huelga que los agricultores que durante el mes de enero sacudieron al gobierno, las enfermeras también han optado por apoderarse de las rotondas. Ayer, en Castelanaudary, se encontraron al mediodía en la rotonda que lleva a la A 61. Lo cierto es que su lucha es similar a la lucha de la olla de hierro contra la olla de barro.

“CPAM siempre nos respalda”

La presidenta de ADILL (Asociación de enfermeras liberales de Lauragais), Sandrine Panouille, habla del hartazgo que agobia a la profesión. “Desde 2009, no se han actualizado todos los actos técnicos”, explica. Las enfermeras liberales tienen ahora la sensación de haber sido abandonadas en el campo por todos los prescriptores y seguros médicos. “Estamos sujetos a precios fijos, ya sea que realicemos uno, dos o tres procedimientos”, explica la profesional de la salud, a quien, como sus colegas, le gustaría que los procedimientos realizados se paguen por lo que valen. Hoy en día, añade una de sus compañeras, cuando nos hacemos un análisis de sangre, muchas veces nos encargamos de recoger los análisis y avisar al paciente y a su médico.

“Lo hacemos”, añade Candice Dubocage, “porque amamos nuestro trabajo, pero esa no es nuestra misión principal. Ayudamos a pacientes, médicos, farmacéuticos pero a cambio nadie nos ayuda”, lamenta la joven enfermera.

El aumento de los precios y de los combustibles no ha hecho más que aumentar la presión. Por otro lado, lo que no cambia es la presión que ejercen los fondos del seguro primario de salud. “La CPAM siempre está detrás de nosotros para controlar las prescripciones, salvo que nosotros no somos los prescriptores”, explica Sandrine Panouille.

Ante estos acosos y la enorme carga de trabajo, muchos liberales han abandonado sus batas blancas. En un año, en Lauragais, ocho profesionales abandonaron el sector liberal. “Algunos se han agotado, otros se han incorporado a estructuras, otros simplemente se han vuelto a capacitar”, señala el presidente de ADILL. Para los que se quedan o aún aguantan, los días se hacen más largos. “Entonces sí”, explica uno de los manifestantes, “tenemos bonitos coches, pero es nuestra oficina, pasamos el día allí”. En cuanto a la edad de jubilación, ni siquiera piensan en ella. “Ni siquiera estoy seguro de poder aguantar hasta entonces”, dijo un manifestante. Porque para ella, como para sus compañeros, el listón está fijado en los 67 años. “Ni siquiera estamos catalogados como trabajos difíciles”, lamenta.

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