La Rusia de Putin aspira a la destrucción total del Estado ucraniano, Ucrania aspira a reconquistar los territorios ocupados. Dado que ninguno de estos objetivos podrá alcanzarse pronto, ¿cuál es el compromiso que nos permitiría hablar de una victoria ucraniana?
Después de la aplastante victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, las discusiones sobre el fin de la guerra ruso-ucraniana se han intensificado. Esto no es sorprendente: durante su campaña, Trump prometió repetidamente poner fin a la guerra llevando a los líderes de Rusia y Ucrania a la mesa de negociaciones, incluso antes de su toma de posesión el 20 de enero de 2025. En julio de 2023, incluso declaró que podría poner fin a la guerra “en 24 horas”.
En resumen, el plan de Trump era: decirle al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky que comenzara a negociar con el líder ruso Vladimir Putin, y luego decirle a Vladimir Putin que negociara con Volodymyr Zelensky. Ambas situaciones aparentemente tienen cláusulas en caso de negativa: Zelensky sería amenazado con una reducción drástica de la ayuda estadounidense, mientras que Putin sería amenazado con un aumento del suministro de armas estadounidenses a Ucrania.
Las afirmaciones de Trump han provocado especulaciones generalizadas sobre su plan para poner fin a la guerra. Sin embargo, estos rumores –en particular los difundidos por miembros y partidarios del Partido Republicano– parecieron añadir sólo una pizca de sustancia a sus promesas de campaña en lugar de ofrecer soluciones reales a la guerra ruso-ucraniana.
Hasta la fecha, el presidente electo Donald Trump aún no ha presentado un “plan de paz” más detallado y Ucrania parece –irónicamente a diferencia de muchos partidarios de Ucrania en la UE– cautelosamente optimista acerca de la presidencia de Trump.
Sin embargo, la paz en Ucrania debería ser el resultado de la victoria de Ucrania y la derrota de Rusia. Se trata de un objetivo extremadamente ambicioso, pero lo contrario no sólo tendría las más trágicas repercusiones para el pueblo ucraniano, sino que también paralizaría irreversiblemente la democracia liberal occidental. El fracaso de Rusia en Ucrania es esencial para la supervivencia de una Europa unida y democrática.
Pero, ¿cómo podría Ucrania lograr la victoria cuando está perdiendo la guerra de desgaste? Para responder a esta pregunta, primero debemos examinar los dos objetivos radicalmente diferentes que impulsan a Rusia y Ucrania.
El objetivo final de Moscú en su guerra contra Ucrania fue declarado por Putin ya en abril de 2008 en la cumbre de la OTAN en Bucarest: la erradicación de Ucrania como estado y nación independiente.
El Kremlin planea lograr la primera parte de su objetivo desmantelando Ucrania, anexando la mayor parte del país a Rusia y dejando los restos que apenas funcionan a los países europeos vecinos con vínculos históricos con esas regiones. A Polonia se le ofrecerían las regiones de Lviv, Ivano-Frankivsk y Volyn, Hungría, Transcarpatia y Rumania, Bucovina y el sur de Besarabia. De hecho, los funcionarios rusos ya han hecho algunas de estas ofertas.
A su vez, la nación ucraniana correría el riesgo de ser destruida bajo el dominio ruso mediante expulsiones masivas, limpieza étnica y rusificación brutal de aquellos ucranianos que optaran por permanecer bajo la ocupación. Los ucranianos en Polonia, Hungría, Rumania y otros países occidentales serían asimilados y permanecerían dispersos como minorías étnicas apátridas.
El objetivo final de Ucrania es restaurar la frontera ruso-ucraniana como era antes de la anexión de Crimea en 2014, obligar a Rusia a retirar sus fuerzas militares de todo el territorio ucraniano y cesar las hostilidades, procesar los crímenes de guerra rusos ante una comisión internacional especial tribunal y convertirse en miembro pleno de la UE y la OTAN.
Rusia y Ucrania tienen visiones fundamentalmente opuestas sobre cómo debería terminar la guerra, pero ninguna de ellas es completamente realista en el corto o mediano plazo, excepto en el caso de escenarios catastróficos. El resultado más probable de la guerra se encuentra entre estos dos extremos, pero si ninguno de los Estados puede lograr sus principales objetivos, ¿cómo definimos la victoria de Ucrania y la derrota de Rusia?
La definición más simple sería: una Ucrania fuertemente armada, plenamente integrada en la UE y que se beneficia de garantías férreas de varios Estados miembros de la OTAN. Esta Ucrania no recuperaría el control de los territorios que ha perdido desde 2014 en un futuro cercano, no se convertiría en miembro de pleno derecho de la OTAN durante muchos años y sería poco probable que los criminales de guerra rusos comparecieran ante un tribunal internacional.
Aunque está lejos de ser ideal para Ucrania, esta situación representa la definición mínima de una victoria ucraniana: una que permitiría al país centrarse en la reforma y modernización del Estado mientras sana y reconstruye la nación. De lo contrario, el resultado de la guerra se inclinaría a favor de la victoria de Rusia, lo que permitiría a Moscú fortalecerse, reclutar aún más aliados internacionales preparados para el combate y continuar con sus objetivos maximalistas en Ucrania y su programa de destrucción más amplio en Europa.
Una Ucrania victoriosa, modernizada y armada también representa la mayor derrota posible que hoy se le puede infligir a Rusia como potencia nuclear. El costo de otras opciones más favorables para Ucrania y Occidente podría ser demasiado alto.
Pero incluso la definición mínima de victoria ucraniana, especialmente las garantías de seguridad de los países de la OTAN, requeriría que las naciones occidentales que se toman en serio la seguridad europea a largo plazo salieran de su zona de confort.
En un mundo donde la democracia liberal y la autocracia están comprometidas en una lucha decisiva por el futuro de Europa, las libertades políticas, las libertades civiles y el Estado de derecho no se salvaguardarán simplemente porque las sociedades europeas sean consideradas como estándares. Deben estar garantizados y defendidos por una potencia de fuego superior.
Traducido del inglés por Escritorio Rusia. Versión original.
Anton Shekhovtsov es director del Centro para la Integridad Democrática (Austria) y miembro visitante de la Universidad Centroeuropea (Austria). Su principal área de especialización es la extrema derecha europea, la influencia maligna de Rusia en Europa y las tendencias antiliberales en Europa central y oriental. Es el autor de la obra en ruso. Nuevos partidos radicales de derecha en las democracias europeas (Ibidem-Verlag, 2011) y libros Rusia y la extrema derecha occidental: Tango Noir (Routledge, 2017) y Guerra política rusa(Editorial Ibídem, 2023).