La inflación, una cuestión de calidad y no de cantidad

La inflación, una cuestión de calidad y no de cantidad
La inflación, una cuestión de calidad y no de cantidad
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Los defensores de Bitcoin presentan su instrumento monetario favorito como el retorno a una moneda “real”, protegida de la inflación, porque está fuera del alcance de cualquier manipulación estatal o bancaria. La idea no es nueva: la mantienen una serie de corrientes políticas inspiradas en la teoría cuantitativa del dinero (TQM), que defiende la idea de que la inflación está siempre y en todas partes ligada a un exceso de dinero en el tráfico.

Sin embargo, esta idea está lejos de lograr un consenso entre los economistas. Los defensores de la teoría anticuantitativa del dinero (TAM) parten de la causalidad inversa: es el nivel de precios el que determina la cantidad de dinero en circulación. La oferta monetaria es endógena, en el sentido de que resulta de la demanda de crédito por parte de hogares y empresas. No puede haber “demasiado” o “no suficiente”. Expresión de un conflicto de distribución, la inflación nunca es de origen monetario. La tarea de las autoridades es redirigir la creación monetaria hacia sectores de actividad socialmente útiles. Contrariamente a la doctrina de la independencia de los bancos centrales, de inspiración cuantitativa, esto presupone opciones democráticas.

La teoría cualitativa del dinero constituye la tercera opción: rechaza el concepto de oferta monetaria. El desafío para las autoridades no es controlar la cantidad de dinero, la reinvención de un dinero “real” (TQM) o su distribución democrática entre sectores (TAM), sino garantizar que lo que sirve como dinero no pierda su carácter de un equivalente general, es decir, un instrumento aceptado colectivamente como representativo de un valor económico. Según esta última corriente, la inflación no es el resultado de una creación monetaria desenfrenada (TQM) ni de conflictos sociales (TAM). No son los bancos centrales, los estados o los sindicatos, sino la naturaleza de mercado de las economías la que tiene la culpa. De hecho, no hay garantía de que el valor a vender corresponda al valor comprado: la inflación surge precisamente de esta diferencia.

Deshacerse de ellos supone entonces sustituir el mercado por instituciones capaces de validar la utilidad social de las actividades productivas directamente, sin pasar por el intercambio de sus productos como mercancías. Si pueden existir mecanismos de mercado, esa economía no es de mercado, porque no desempeña el papel de liderazgo. Los defensores de Bitcoin señalan un problema real: el dinero de crédito no es, por naturaleza, dinero. Pero su remedio es quizás peor que la enfermedad: si hemos de creer en la teoría cualitativa, la solución reside en la expansión de la esfera no mercantil más que en el crecimiento de los mercados.

Raphaël Porcherot, economista, profesor-investigador de la Universidad Sorbona-París-Norte

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