Nadie podría haber imaginado que algún día sería la protagonista principal de la Casa de Windsor. La enfermedad y la convalecencia de Carlos III, sin embargo, revelan el papel crucial de su esposa en este período de crisis: durante tres meses, la reina ha desempeñado brillantemente varias funciones públicas, apoyada por un fiel escuadrón principesco, desplegado como refuerzo.
Para mantenerse al día, se alimenta con Coca-Cola. No la versión ligera, la original, roja y dulce. Un placer culpable tanto como combustible, imprescindible para afrontar largas horas pisoteando de un invitado a otro durante las recepciones que preside en Clarence House, Windsor o Buckingham. A sus 76 años, Camilla está lejos del retiro tranquilo en el corazón de un campo tranquilo con el que soñó en otra vida. A principios de la década de 1970, a pesar del amor mutuo a primera vista, renunció a un futuro con el príncipe Carlos, alegando que éste era el heredero al trono. La camisa de fuerza de los palacios y la rigidez del protocolo, muy poco para ella. Pero el amor, el amor verdadero, a veces invita a concesiones… Y puede incluso revertir la Historia.
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Si hace treinta años, “Camilla-la-favorita-ilegítima” hacía temblar a la monarquía británica, hoy es el principal apoyo…
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