Steve Wozniak, genio de la informática y cofundador de Apple junto a Steve Jobs, dejó su huella en la historia de la tecnología mucho más allá de sus innovaciones técnicas. Ingeniero brillante y autodidacta, es el arquitecto del primer ordenador Apple, creado en un garaje que se ha hecho legendario. Su visión humanista de la tecnología y su ética profesional marcaron los inicios de Apple, aunque su nombre a menudo permanece a la sombra del de Jobs.
Una filosofía empresarial inspirada en HP
La generosidad de Wozniak tiene sus raíces en su experiencia en Hewlett-Packard, donde descubrió un modelo de gestión participativa. Esta empresa practicaba la participación trimestral en las ganancias con sus empleados, creando un fuerte sentido de pertenencia. Este enfoque influyó profundamente en su visión del papel de los empleados en una empresa. En diciembre de 1980, cuando Apple salió a bolsa con un precio de acción de 22 dólares, Wozniak puso en práctica esta filosofía distribuyendo 10 millones de dólares de sus propias acciones a los primeros empleados de la empresa, incluidos aquellos que habían sido olvidados en el proceso.
Un gesto que trasciende Silicon Valley
Esta extraordinaria decisión ilustra un enfoque radicalmente diferente hacia el éxito empresarial. Wozniak extendió su generosidad más allá de los muros de Apple, compartiendo su riqueza con sus antiguos compañeros de secundaria que lo habían apoyado en sus primeros pasos en la informática. Este reconocimiento del papel de los demás en el éxito de uno contrasta con el individualismo que a menudo se asocia con las historias de éxito de Silicon Valley. Hoy en día, su fortuna relativamente modesta de 140 millones de dólares (en comparación con las colosales fortunas de otros pioneros de la tecnología) es un testimonio de sus decisiones. Si hubiera conservado sus acciones hasta hoy, su riqueza habría sido astronómica. Pero para Wozniak, el verdadero éxito no se mide en dólares: reside en la capacidad de mantener los propios valores ante el éxito y de reconocer la contribución colectiva al desarrollo de una empresa.
El alcance de este gesto resuena particularmente con los debates actuales sobre las desigualdades salariales y el reparto del valor en las empresas. La historia de Daniel Kottke, el empleado número 12 de Jobs y amigo de la universidad, ilustra el marcado contraste entre dos visiones de liderazgo: mientras Jobs le negó categóricamente cualquier asignación de acciones, Wozniak eligió deliberadamente compartir su riqueza, guiado por la creencia de que el dinero no debe corromper sus valores fundamentales.
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