Speed ​​watch y speed listening: nuevos hábitos de consumo cultural en la era de la aceleración

Speed ​​watch y speed listening: nuevos hábitos de consumo cultural en la era de la aceleración
Speed ​​watch y speed listening: nuevos hábitos de consumo cultural en la era de la aceleración
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Estás en el tren, estás viendo el último episodio de problema de tres cuerpos. Pero calculaste mal tu movimiento, solo quedan unos minutos de viaje. Finalmente, va a ser complicado. A menos que toleres personajes que hablan con una voz ligeramente robótica y movimientos mucho menos fluidos… En este caso, no hay más problema: la mayoría de las plataformas de streaming ofrecen hoy en día el superpoder de acelerar el ritmo del desplazamiento de las imágenes. Todo lo que necesitas es un clic para convertirte en fanático de la práctica de la “vigilancia rápida”. Ya sea viendo series o películas, con una velocidad multiplicada por 1,25, 1,5 o 2. Una vez en la estación, todavía necesitas unos quince minutos en metro antes de llegar al trabajo. El momento perfecto para escuchar, con los auriculares puestos, este nuevo podcast sobre la Segunda Guerra Mundial. También aquí, a un ritmo más sostenido que la versión original, que además tiene la ventaja de eliminar silencios y vacilaciones entre frases. Aquí estás practicando la “escucha rápida”.

En el trabajo, mantienes tus auriculares puestos. Necesitas una buena motivación para afrontar el día. ¿Por qué no una “speed song”, una de esas versiones de nuestras canciones favoritas que abundan en TikTok? Con este ritmo que alcanza al menos 150 pulsaciones por minuto, no hay riesgo de que te quedes dormido en tu escritorio. De regreso a casa, todavía tan valiente como siempre, quizás quieras prepararte para el próximo campeonato de lectura rápida (ver recuadro) devorando las 900 páginas de Moby Dick de una sola vez. Y en 2 horas 30 como máximo, claro…

Cambiar a X2

Por muy caricaturizado que pueda parecer este ejemplo de “la vida a cien millas por hora”, no es del todo extravagante. En los últimos años se han multiplicado las funciones que permiten una transmisión más rápida de obras audiovisuales. Desde 2014, en iTunes/Apple Podcast, una opción borra los tiempos muertos en las discusiones y modifica la velocidad de escucha. En 2015, YouTube comenzó ofreciendo modular el flujo de su contenido. Unos años más tarde, Netflix dio el paso. Y los usuarios de WhatsApp u otros servicios de mensajería instantánea ya no dudan, cuando les enviamos un “Audio” un poco largo, en cambiar a X2 y acortarlo lo más corto posible…

La existencia de estas funcionalidades ya es en sí misma indicativa de una demanda pública y/o un deseo de crear una necesidad. ¿Son muy utilizados? Difícil de decir. En cuanto al fenómeno de la vigilancia rápida, “no existe ningún estudio científico que responda a esta pregunta. Al menos no que yo sepa”, dice Sarah Sepulchre, profesora de la UCLouvain. Pero tras observar la práctica entre algunos de sus alumnos, esta especialista en medios y series plantea una hipótesis: “Al igual que ocurre con el binge-watching (ver muchos episodios seguidos – Nota del editor), siempre estamos en presencia de algo puntual. El hecho de que alguien observe la velocidad no significa que lo haga sistemáticamente y con todas sus fuerzas. Ciertos contextos, determinadas películas o series se prestan a esto más que otras.”.
Nesrine ve contenido de forma acelerada de vez en cuando. La mayoría de las veces para ver programas de televisión, tutoriales o vídeos de noticias en Facebook.

“Suele ser cuando el vídeo parece demasiado largo”, explica el joven de 30 años. Este es un contenido del que podría prescindir. Al acelerar, le dedico menos tiempo y todavía tengo la información”. Más allá del aspecto práctico (ya que, como señala Sarah Sepulcher, el speedwatching permite modificar el formato de una obra y adaptarlo a las exigencias cotidianas), la velocidad en sí misma es a veces el objetivo deseado. “Es un poco difícil de explicar, pero el efecto de la velocidad aporta una especie de alivio”, describe Nesrine. Es como si le inyectaran información pura y condensada de una sola vez. No hay tiempo de inactividad. Quizás las redes sociales nos estén acostumbrando a este tipo de formato”.

De hecho, se trata de un avance notable. En Facebook, YouTube o TikTok, los “Reels” y otros “Shorts” son vistos masivamente desde hace varios años. Estos formatos de vídeo cada vez más cortos siguen siendo esenciales para el modelo económico de las plataformas (cada vídeo da ganas, una vez terminado, de lanzar directamente uno nuevo). Contribuyen a las incesantes demandas de nuestras sociedades digitales, lo que significa que, tal vez, toleramos la lentitud menos que antes. Con el riesgo de que las actividades de ocio, supuestamente burbujas de suspensión temporal en medio del estrés de la vida profesional, exploten bajo la aceleración…

Culturobesidad

Otra vía para explicar estos fenómenos de observación rápida o escucha rápida podría ser la de nuestra relación “digestiva” con el contenido. Sólo en Estados Unidos se producen alrededor de 500 series originales al año. Ante la explosión de oferta, el espectador queda reducido a una bulimia que algunos llaman “culturobesidad”. Y los atracones ya no serían suficientes para que podamos asimilarlo todo. Ver o escuchar rápidamente serían nuevas formas de satisfacer nuestros apetitos, agudizados aún más por el síndrome FOMO (Fear Of Missing Out), o “el miedo a perderse algo”.

Las características que ofrece la tecnología también halagan nuestro deseo de control. Pasar al modo “acelerado” también significa tener la seguridad de sentirte en control de tu tiempo. “El aumento del consumo de contenidos audiovisuales bajo demanda establece una relación con el mundo en la que consideramos que ya no es legítimo depender de programación prefabricada, decidida por ti. La pasividad es sospechosa. Tienes que ser actor en tu vida”, subraya Nicolas Marquis, sociólogo de la UCLouvain Saint-Louis Bruselas y autor de Del bienestar al mercado del malestar, La sociedad del desarrollo personal (PUF, 2014).

En una sociedad así, el placer debe ser a toda costa rentable y ayudar a cultivar una mejor versión de nosotros mismos. “El desarrollo personal invita a las personas a beneficiarse del mayor número posible de cosas, siempre que puedan formar parte de una historia personal”, explica Nicolas Marquis. Debemos explorar tantas posibilidades y experiencias como sea posible. Consumir cultura a toda velocidad es también una manera de multiplicar estas posibilidades, de satisfacer este mandato de ampliación permanente de nuestros horizontes”. En esta carrera contra el tiempo, la tecnología puede resultar alienante. Pero como ocurre con cualquier herramienta, también tiene otra cara, una en la que acelerar te permite liberar tiempo para hacer otra cosa, ver otra película, conocer gente nueva. Tomando el tiempo para reducir la velocidad esta vez.

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