Laetitia no tuvo tanto apoyo. A los 8 años fue víctima de incesto y cuando lo denunció su familia le dio la espalda. “Presenté una denuncia y llevo tres años de juicio contra mi padre a quien no le molesta nada. ¡Incluso acaba de tener un nuevo hijo! La justicia no es eficaz, se condena más al ladrón que al opresor o al abusador.”
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La vergüenza, el miedo a ser juzgada, el sentimiento de vergüenza y de culpa, la impresión de impotencia, las posibles consecuencias, el miedo a aceptar una realidad… son barreras que impiden a las mujeres agredidas romper el silencio. “Fui víctima de incesto cuando tenía menos de tres años y luego lo ‘presté’ a los amigos de mi padre. Luego, se encontró con un marido que tenía control total sobre sus acciones: no podía usar pantalones ni cortarme el pelo, tenía que usar tacones, respetar un código de vestimenta y decir siempre sí sexualmente.relata Atenea que se reconstruyó después de 12 años de psicoanálisis y del descubrimiento del feminismo. En protesta, cambió su nombre y apellido a los 45 años. “Tuve amnesia traumática. Cuando todo vuelve a surgir, es horrible y hay que lidiar con ello. Varias veces quise terminar las cosas porque pensamos que ya no valemos nada”.
A veces los ataques se remontan a años atrás y el habla se suelta mucho más tarde porque la víctima se da cuenta de que lo sucedido no es normal o simplemente porque los recuerdos reaparecen. “Fue hace casi 10 años, estaba en una fiesta con ‘amigos’ y me drogaron. Al día siguiente no recordaba nada. Me dijeron que me había acostado con dos hombres. Fue mientras hablaba con otra víctima que entendí lo que pasó”.confiesa un manifestante. Otra activista admitió haber sido víctima de una violación muy antigua hace sólo dos años y desde entonces busca grupos de apoyo casi inexistentes.
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Un futuro oscuro para los derechos de las mujeres
Para detener la maquinaria del patriarcado, los activistas abogan por una sensibilización entre mujeres y hombres, que comience desde una edad muy temprana. Los cursos de educación para la vida relacional, emocional y sexual (Evras) son un buen comienzo.
Con el ascenso de la extrema derecha tanto en el extranjero como en Bélgica, los manifestantes temen lo peor para los derechos de las mujeres. “Tengo una hija de 5 años, me niego a dejarla vivir con la normalización de la violencia y la desigualdad hacia las mujeres. Pero el futuro no es brillante”reacciona una madre. “Debemos movilizarnos porque el gobierno no pondrá leyes a nuestro favor”cree Auréa. Para Aurelie, “el futuro es un poco catastrófico para las mujeres”.