[Cinéma] La memoria, cuando el sufrimiento y la demencia dan origen a un romance

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Sylvia ha asistido a reuniones de Alcohólicos Anónimos durante años. Traumatizada por las repetidas violaciones que sufrió en su infancia a manos de un padre abusivo y entonces amigos de la escuela secundaria, decidió dedicar su vida a aquellos más desafortunados que ella trabajando en un hogar para discapacitados. Una noche, Sylvia abandona apresuradamente una reunión de antiguos alumnos a la que se había permitido asistir a regañadientes, un hombre presente en la fiesta la sigue hasta su casa. Preocupada, se da cuenta a la mañana siguiente de que este extraño, Saúl, pasó la noche en la calle. Al sufrir demencia, no pudo encontrar su camino. Una cosa lleva a la otra, Sylvia y Saul se unirán y desarrollarán una relación que bien podría sacudirlos hasta lo más profundo.

Encuentro entre dos soledades que se entienden intuitivamente y poco a poco se comprometen a cuidarse mutuamente, Memoria, del cineasta mexicano Michel Franco, elogia la empatía en las relaciones humanas, la escucha y el autosacrificio, en una época en la que las pequeñas molestias individuales sirven con demasiada frecuencia como pretexto para la cobardía y la mirada en el ombligo.

Al invitarnos a salir de nosotros mismos y ponernos en el lugar de los demás en relaciones concretas, el cineasta defiende la idea de que la mejor manera de ayudarnos a nosotros mismos es ayudar al prójimo. Mensaje cristiano, que dejará atónitos a muchos de nuestros contemporáneos hartos de la cultura individualista liberal-libertaria, y que los izquierdistas no dejarán de desviar abiertamente hacia fines políticos (los conocidos excesos del “amor al Otro”…).

Memoria obsesiva y memoria fallida.

Adoptando un tono sobrio e intimista, cercano al cine de Cassavetes, la película de Michel Franco juega mucho con el tema de la memoria. Acosada diariamente por dolorosos recuerdos de su infancia, Sylvia se enamora de un hombre que, por el contrario, sufre por un recuerdo que le deja en paz. En estas condiciones, el único espacio común de despreocupación y ligereza para nuestras dos víctimas de la vida es, efectivamente, el momento presente. De ahí, evidentemente, el desinterés del cineasta, a primera vista sorprendente, por las cuestiones relativas a la futura evolución de la demencia de Saul. Una enfermedad que sólo puede empeorar y plantear innumerables dificultades, pero que nuestros personajes afrontarán juntos en su momento.

Convincente, la actriz Jessica Chastain, en el papel de Sylvia, casi logra olvidar su habitual activismo político de bazar y sus dudosas convicciones, mientras que su compañero de juego, Peter Sarsgaard ( “Azul Jazmín “, “La torre que se avecina”), nos confirma que es uno de los actores estadounidenses más talentosos de su generación. Su actuación por sí sola justifica el visionado.

3 estrellas de 5

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