La Francia política está sacudida por los sobresaltos de una histórica moción de censura. Si la Asamblea Nacional sepultó al gobierno de Barnier el miércoles por la tarde con una avalancha de votos críticos, los franceses parecen estar divididos sobre esta maniobra parlamentaria. Según dos estudios encargados por El Fígaro y BFMTV, la brecha entre las expectativas populares y la cima del Estado continúa ampliándose.
Una moción de censura poco entusiasta
La opinión pública parece vacilar sobre la pertinencia de esta censura, seguida por una oposición heterogénea. Para el 52% de los encuestados (Odoxa), este gesto es “bastante bueno”, opinión ligeramente reforzada por Elabe, que sube al 54%. Pero, con casi paridad de opiniones, esta división ilustra una realidad política confusa. Más que un simple debate parlamentario, esta secuencia sitúa a Emmanuel Macron en el centro de las críticas: entre el 41% y el 46% de los franceses lo consideran el principal responsable de la crisis actual, relegando a un segundo plano a la oposición política (29%) y a Michel Barnier. de forma anónima (4% a 10%, según el instituto).
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Es una bofetada para Emmanuel Macron. Ampliamente repudiado, se enfrenta a un llamamiento a la dimisión de casi seis de cada diez franceses (59% para Odoxa, 61% para Elabe). Si los partidarios de la Agrupación Nacional y de La Francia Insumisa gritan su rechazo con tasas de aprobación estratosféricas (85% y 83%), este sentimiento de abandono va más allá de las divisiones partidistas. Este desmentido se amplifica en un contexto en el que el 62% de los encuestados legitiman el enfoque de los oponentes, que consideran no como una alianza, sino como un acto simbólico contra una gestión considerada inflexible.
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En el plano político, la Agrupación Nacional se perfila como el gran vencedor de esta secuencia, según el 34% de los franceses encuestados. La izquierda, por su parte, lucha por afirmarse. La alianza ambientalista y socialista, el NFP, sólo recibió el 13% del voto público. Pero lo que destaca sobre todo es la ausencia de un liderazgo afirmado: el 45% de los encuestados cree que ninguna fuerza política está realmente fortalecida.
Mientras el gobierno de Barnier abandona la escena, esta encuesta revela un pueblo cansado, desilusionado y en su mayoría hostil al ejecutivo en el poder. Entre una presidencia aislada y una oposición incapaz de unificarse, Francia parece más dividida que nunca.