La economía de su país anfitrión depende en gran medida de los hidrocarburos. La cuestión de la financiación de la transición ecológica surgirá seriamente a medida que Europa deba financiar más su propia defensa. China no quiere involucrarse cuando el país ya no está “en desarrollo”. La reciente elección de Donald Trump no da ninguna señal a favor del clima de la mayor economía del mundo. Un último obstáculo del que todavía hablamos muy poco: todos los países dependen de tecnologías de descarbonización que aún no están completas.
Un retraso desde el principio
Se anunció que la COP29, que comenzó en Bakú el lunes 11 de noviembre, se centraría principalmente en los mecanismos de financiación para la transición ecológica, particularmente para los países del Sur. Marc-Antoine El Mazéga, director del Centro de Energía y Clima del IFRI, subraya que las promesas de financiación, como los 100 mil millones anuales prometidos durante una década, aún no se han respetado plenamente: “Existe una desconexión real entre los compromisos financieros de los países del Norte y las necesidades reales de los países del Sur, particularmente para invertir en energías renovables que requieren un capital inicial significativo, que estos países no tienen”. Esta falta de liquidez y la imposibilidad de acceder a créditos a tipos razonables obstaculiza en gran medida la aceleración de proyectos verdes en estas regiones, exacerbando así las disparidades generales.
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Azerbaiyán, dictadura petrolera y país anfitrión
Uno de los aspectos más debatidos de esta COP 29 es la elección de organizar la conferencia en Azerbaiyán, país productor de hidrocarburos, lo que suscita numerosas oposiciones. Para Jean-Baptiste Fressoz, historiador de la ciencia, existe una paradoja: “Los países petroleros como Azerbaiyán son a menudo estigmatizados, pero es irónico que países como el Reino Unido, que fue anfitrión de una COP anterior, produzcan mucho más petróleo. Este doble rasero en realidad oculta cuestiones diplomáticas más profundas, incluidas violaciones de derechos humanos en zonas como Nagorno-Karabaj”. Esto pone de relieve una contradicción de estas cumbres climáticas: la transición energética se está llevando a cabo en un mundo donde los combustibles fósiles todavía dominan las dinámicas geopolíticas y estratégicas.
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¿Es la innovación la solución?
El debate sobre soluciones tecnológicas revela las profundas diferencias entre las partes, particularmente en torno a la captura y almacenamiento de carbono (CAC). Jean-Baptiste Fressoz expresa reservas sobre la eficacia de estas tecnologías: “Estas soluciones han sido promovidas por la industria fósil desde la década de 1990, pero en realidad son costosas y a menudo poco prácticas a gran escala. Su inclusión en el acuerdo de París se basa en promesas tecnológicas inciertas, cuando necesitamos reducir las emisiones de inmediato. Esta crítica apunta a una forma de dependencia de tecnología no probada, que en última instancia podría retrasar la acción climática real, mantener una ilusión de progreso y simboliza una carrera precipitada a veces supuesta.
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Establecer un costo para las emisiones de carbono
La cuestión de la reubicación de la producción para limitar los impactos ambientales está en el centro de las negociaciones. Claire Tutenuy destaca la necesidad de un precio global del carbono para fomentar la estructuración de una economía circular y una mejor gestión de las externalidades negativas: “Hoy en día, la economía global está optimizada para los combustibles fósiles baratos, con un precio del carbono a menudo nulo. Si realmente queremos reducir las emisiones, necesitamos una reevaluación de estos costos y una reubicación que no esté motivada por el proteccionismo estatal, sino por la optimización ambiental”. Sin embargo, políticas proteccionistas excesivamente fuertes podrían frenar la innovación y aumentar los costos de los proyectos ecológicos, complicando aún más los esfuerzos para alcanzar los objetivos climáticos globales y limitar las consecuencias del calentamiento global en nuestras sociedades.
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