Lux, Rex y Corso Simon Edelstein

Lux, Rex y Corso Simon Edelstein
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Simon Edelstein: espectáculos y sus localizaciones

Las historias fotográficas y cinematográficas de Simon Edelstein reinan sobre un mundo que ya llegó pero que lo está redescubriendo. La imagen se convierte en potencia activa, se convierte en un acto eterno que ocurre en el tiempo. Las historias del ginebrino trazan en términos de duración lo que se dibuja en términos de espacio. Tales obras hacen que uno vea el mundo desde un ángulo particular y aseguran la permanencia de esa visión. Por lo tanto, debemos hablar de la incrustación narrativa del mundo en el cuerpo de tales imágenes que se convierten en la continuidad del ser humano fecundado y pensante.

Incluso cuando capta paisajes, el ser nunca está lejos, sobre todo porque la imagen nos permite “hablar” en todos los idiomas. Simon Edelstein aprovecha para mostrar muchos pueblos y civilizaciones. Sus opiniones, en su diversidad, se presentan cada vez como válidas para todas las demás. Hasta tal punto que el chorro de espuma de la miserable Afrodita que emerge del océano sin la menor propensión erótica equivale a los tiempos incompresibles queridos por Hesíodo en los albores de nuestra civilización. Cada imagen se convierte en el rocío de la mañana o en el crepúsculo de los tiempos.

Ciertamente todas estas versiones parecen interrumpirse entre sí, pero eso las hace fértiles y significativas. Las interrupciones nos hablan y las imágenes, si es necesario, minan el ciclo de los llamados cantos proféticos y sus apologías de la violencia. Siempre está el frente y el atrás del mundo. El recorrido se vuelve doble. Sigue el surgimiento de las civilizaciones hasta su reducción a la nada. En este sentido, el trabajo suizo sigue siendo excepcional. Su narración mental nunca se produce en las vacilaciones de un mundo de fantasía sino en el acercamiento de una verdad. La obra tiene, por tanto, una singularidad primaria: no busca la excepción sino las reglas que gobiernan insidiosamente la historia de los mundos. El artista evoca claves alejadas de narrativas brutales y disfrazadas. Prueba de que si la imagen es a veces considerada “inerte”, las transformaciones narrativas pueden cargarla de una energía insospechada.

Jean-Paul Gavard-Perret

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