Las pruebas industriales de un sonar militar en una zona marina protegida provocaron “probablemente” la muerte de una ballena encontrada hace tres años en la costa francesa de la isla de Ré, según científicos que piden más regulación para proteger a los mamíferos.
El 2 de febrero de 2021, un zifio de Cuvier apareció varado en una playa de Ars-en-Ré.
La necropsia de esta hembra reveló hemorragias internas en los pulmones, el bazo y el hígado “compatibles con una muerte traumática ligada a un shock impulsivo”, relata Jérôme Spitz, codirector del observatorio Pelagis de La Rochelle. Desde el principio, la trayectoria del sonar es objeto de “fuertes sospechas”.
Una investigación llevada a cabo posteriormente por un comité científico reunido en torno a la asociación Esprit de Velox, que lleva a cabo un programa de investigación e innovación en el océano, corroboró la hipótesis.
Según las conclusiones reveladas por el periódico Sud Ouest y publicadas en octubre en la revista “Nature Sciences Sociétés”, el animal había muerto aproximadamente un mes antes de su varamiento.
Pruebas de “potencia máxima”
Estudiando las corrientes, los investigadores reconstruyeron su deriva y localizaron la zona de la muerte frente a la isla de Noirmoutier, en una zona clasificada como Natura 2000.
En esa zona operaba entonces una fragata militar, bajo la supervisión de la sociedad industrial Naval Group, que efectuaba “pruebas de cualificación antes de la entrega (…) para un cliente extranjero”, en particular “pruebas de sonar”, confirma Gaëlle Rousseau. responsable del ecodiseño del grupo.
El fabricante había solicitado a la Prefectura Marítima del Atlántico dónde realizar estas pruebas “a máxima potencia, en las frecuencias operativas clásicas para la caza de submarinos”, añade.
Las autoridades explican que indicaron la zona en cuestión pensando que el Grupo Naval “aplicaría las mismas precauciones que la Armada”. “Fue la primera fragata destinada a la exportación en realizar pruebas. A partir de ahora, seguiremos comprobando”, subraya la Prefectura Marítima, refiriéndose a “un caso bastante singular”.
Regulación de parcelas
Desde entonces, Naval Group ha revisado sus procedimientos. A partir de ahora, aumenta progresivamente la potencia de los sonares “para que el sonido ahuyente a los animales perturbados antes de herirlos” y se asegura de no realizar las pruebas en una zona protegida.
Sin embargo, la normativa vigente en las áreas protegidas sigue estando muy fragmentada. No tiene en cuenta el ruido “impulsivo”, característico del sonar, sino sólo el vinculado a la propulsión, y sólo para los buques civiles.
Sin embargo, “no podemos pedir a los demás que tengan mucho cuidado los 365 días del año, para que el día 366, un buque de guerra venga a matar ballenas”, observa François Frey, fundador de Esprit de Velox, que aboga por una verdadera “toma en cuenta” de los espacios marinos protegidos. áreas.
(afp)