Kimberly Ellis ha sido jefa del departamento sobre la situación de la mujer del municipio de San Francisco desde 2020. Como abogada, dirigió Emerge, la asociación para alentar a las mujeres en la política inspirada en la primera campaña de Kamala Harris en San Francisco en 2004. Se postuló, sin éxito, para presidenta del Partido Demócrata de California en 2017 y 2019 para sacudir el establishment e intentar acercar el partido a las clases desfavorecidas. Ha acompañado a Kamala Harris en su ascenso durante veinte años.
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¿Cuál fue su reacción ante la derrota de Kamala Harris?
Dudo entre un estado de shock, una profunda tristeza, ira y miedo. Aquí estoy en la fase de duelo en la que entiendo que, cualesquiera que sean las historias o ideas que uno pueda o pueda tener sobre Estados Unidos, las elecciones reflejan lo que es el país hoy. Es un duro despertar. Hemos trabajado durante mucho tiempo (casi dos décadas yo mismo) para mejorar la situación de los marginados, de aquellos que no tienen voz, de aquellos que han sido históricamente oprimidos, incluidas mujeres y niñas, los miembros de nuestra comunidad LGBTQ, las personas que viven con discapacidades, clases trabajadoras…
Darse cuenta de que una porción significativa –y creciente– de este país no sólo rechaza cualquier progreso fuera de lo que es blanco, masculino y heteronormativo, sino que está dispuesta a participar activamente en el avance y fortalecimiento de una agenda regresiva, es realmente difícil de aceptar.
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California seguirá siendo un faro de esperanza. Estará al frente de la resistencia que habrá que organizar contra este nuevo régimen. Pero el desgaste físico, emocional, mental y espiritual que este tipo de resistencia exige a diario es más de lo que muchos de nosotros estamos dispuestos a soportar nuevamente.
¿Sientes que lo que representas es rechazado por tu país?
Absolutamente. Lo que esta elección ha revelado plenamente es una masculinidad tóxica, opuesta a una visión más inclusiva de lo que podría ser Estados Unidos, a una concepción más equilibrada de los hombres y de quienes se identifican como masculinos. La elección muestra el deseo de volver a una interpretación regresiva e incluso violenta del lugar de las mujeres, con el objetivo de gobernar y ejercer el poder sin restricciones.
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La masculinidad tóxica es un fenómeno profundamente arraigado en la cultura estadounidense, tan interiorizado que en ocasiones incluso quienes son sus víctimas lo perpetúan. No sorprende que los jóvenes de color votaran por Trump en mayor número. Es triste, pero no sorprendente.
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