BTraseros de hormigón, alambradas altas, agentes armados en el interior: en vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses, el centro electoral de Phoenix, Arizona, parece una fortaleza.
Lamentablemente, estas medidas de seguridad se están volviendo habituales en este estado clave, socavado por una conspiración electoral.
“Lo que está en juego es muy importante y muy grave, es la base de esta república democrática, es decir, nuestras elecciones”, advirtió Bill Gates, uno de los funcionarios electorales del condado de Maricopa, el más poblado de Arizona.
Donald Trump perdió por menos de 10.500 votos en 2020 contra Joe Biden en Arizona. En aquel momento, manifestantes armados habían protestado durante varias noches frente al centro electoral del condado, en el centro de Phoenix, durante el escrutinio de los votos.
El multimillonario republicano nunca admitió su derrota y en cuatro años, el estado del Gran Cañón se ha convertido en un foco de conspiración electoral en Estados Unidos.
Allí proliferan falsas teorías sobre el “manipulación” de las votaciones, a menudo alimentadas por trumpistas locales, que han tomado el control del Partido Republicano.
Para combatir esta desconfianza, el Centro Electoral del Condado de Maricopa ahora tiene cámaras permanentemente colocadas en las áreas de almacenamiento de boletas. La videovigilancia se transmite constantemente por Internet.
“Tratamos de ser lo más transparentes posible”, recordó Gates, un funcionario electo republicano que resistió la presión de Donald Trump hace cuatro años.
“Pero pedimos algo a cambio”, insistió este funcionario, víctima en los últimos años de una avalancha de odio: que los candidatos que serán derrotados al final de estas elecciones “acepten los resultados”.
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