Está prevista una manifestación para el jueves por la tarde en la capital para denunciar la política de Martina Simkovicova que, desde que asumió el cargo en octubre de 2023, no ha dejado de causar sensación.
“La cultura de los eslovacos debería ser eslovaca, eslovaca y nada más”, insistió en uno de sus primeros discursos. También deploró “la ideología LGBT+” que, según ella, conduce a “una extinción de la raza blanca”.
Aunque el primer ministro nacionalista Robert Fico no pertenece al mismo partido que ella, comparte su rechazo a los valores liberales, como Viktor Orban en la vecina Hungría, su aliado dentro de la UE.
Le dio todo su apoyo y dijo que fue una “buena sorpresa” porque sabe “resistir las presiones” ante las numerosas críticas.
Este cincuentón del grupo de extrema derecha SNS es ex presentador de televisión y ha trabajado especialmente en el canal de televisión Slovan, emitiendo comentarios conspirativos, xenófobos y prorrusos.
En la Galería Nacional, Alexandra Kusa cuenta cómo fue destituida de su puesto de directora.
“Representantes del Ministerio de Cultura se presentaron un día con un ramo de flores y un decreto de despido”, antes de lanzar “una campaña de difamación contra mí”, explica a la AFP.
Dice que fue castigada por haber defendido al director del Teatro Nacional, que también fue despedido, al igual que el director del museo de los niños o, esta semana, el de los monumentos históricos.
“No somos compatibles con el ministerio, ellos tienen una visión totalmente diferente de la cultura” y han abierto “una era de acoso e intimidación”, afirmó Kusa. “Es pura destrucción y una demostración de fuerza, es aterrador”.
La ministra también atacó a los medios de comunicación, al aprobar en junio una controvertida ley que reforma la radio y la televisión públicas RTVS, para sustituirlas por una entidad única, STVR, puesta bajo su control.
La politización de la cultura “no es nueva” en Eslovaquia, recuerda el analista Pavol Hardos. “Se trata, de hecho, de un retorno al régimen” de Vladimir Meciar, acusado en los años 1990 por Estados Unidos y varios países europeos de tendencias autoritarias y de corrupción.
Por otra parte, “lo que puede considerarse sin precedentes es la purga de las instituciones culturales”, añade: “cualquiera que se atreva a formular ideas progresistas es visto como un alborotador, y los verdaderos expertos en su campo son marginados o despedidos.
A estas alturas, “es demasiado pronto” según él “para hablar de un régimen iliberal”, pero Robert Fico “parece claramente seguir la línea trazada por Viktor Orban”.
Las asociaciones que defienden los derechos LGBT+ también están en la mira. Simkovicova advirtió a principios de año que no les daría “ni un céntimo”, amenaza que se puso en práctica recientemente con la retirada de las subvenciones.
“Todo lo relacionado con el tema LGBT+” se ve afectado, subraya Martin Macko, director de la ONG Iniciativa Inakost (Alterity), afirmando haber observado “un aumento de las agresiones” dado el número de víctimas que se presentan a la asociación.
Ante esta situación, apenas pasa un día sin que se produzca un acto de rebelión del mundo cultural, de empleados y visitantes que físicamente dan la espalda al nuevo director o de actores que leen un manifiesto después de una función.
Antes de la protesta del jueves, este verano se llevaron a cabo una serie de grandes manifestaciones.
Dos peticiones fueron lanzadas por artistas, que reunieron cerca de 400.000 firmas en este país centroeuropeo de 5,4 millones de habitantes y en el Parlamento, la oposición presentó una moción de censura contra el ministro. En vano hasta ahora.
“Ningún miembro del Ministerio de Cultura impide a nadie crear y expresarse”, responde el interesado a los medios de comunicación, ya que las peticiones de la AFP han quedado en letra muerta.