Por lo tanto, podemos fomentar una rebelión (6 de enero de 2021), insultar a opositores y votantes, vomitar sobre el sistema judicial y los medios de comunicación, mentir descaradamente y ser condenados penalmente por falsificación de cuentas y, sin embargo, reconquistar la Casa Blanca. En términos de educación democrática, ésta es una señal bastante desesperada. Pero está claro que estos no son tiempos de buenos modales.
Si se hubiera cuestionado el resultado final, sólo se habría hablado de desinformación e injerencia extranjera. Son muy reales. La claridad del resultado, sin embargo, cambia la perspectiva. Nos obliga a analizar las razones más profundas de tal éxito.
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La división geoelectoral
Múltiples razones. Electoralmente, la campaña de Kamala Harris sufrió un déficit de legitimidad debido a una candidatura tardía y un posicionamiento ambiguo debido al reenfoque de sus cargos anteriores. Sociológicamente, encontramos, aún más acentuada, la división geoelectoral entre grandes centros urbanos progresistas y periferias conservadoras. En todas partes, incluso en los estados demócratas.
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Políticamente, ciertas fuentes son clásicas. El aumento generalizado del voto por Trump indica un profundo apoyo a varios de los mensajes del candidato. En un mundo de matones, los estadounidenses quieren un líder que pueda hablar el lenguaje de los matones y prefieran la brutalidad a la impotencia. Con Xi, Vladimir o Kim. Un mensaje en particular dio en el blanco. El mandato de Biden termina con dos guerras en curso; no hubo ninguna bajo el primer mandato de Trump. ¿Pura propaganda? Tal vez. Pero entre un presente precario (inflación) y un futuro apocalíptico (clima), el pasado (especialmente cuando está embellecido) es un refugio seguro.
Por último, culturalmente, las minorías (afroamericanas, hispanas, árabe-musulmanas, etc.) con las que contaba el campo liberal no optaron por romper el techo de cristal. ¿Es esto tan sorprendente? Quizás algún día sean los republicanos quienes elijan a una mujer presidenta.
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¿Los europeos ya no están solos?
En cuanto a las repercusiones internacionales, algunas podemos adivinarlas, otras estamos esperando ver. Trump no es exactamente predecible. Sobre Ucrania, las opiniones de Moscú se tendrán más en cuenta en Washington, y esto es dramático para los ucranianos y para todos los países amenazados por el imperialismo ruso.
En cuanto a China, se avecina una guerra comercial y la competencia estratégica será dura. Con efectos inducidos para el Viejo Continente. ¿Donald Trump alimentará las divisiones entre los europeos? ¿Cambiará el apoyo al parmesano de Giorgia Meloni (fan de Elon Musk) por una rebaja de impuestos al Camembert de Emmanuel Macron o a los coches de Olaf Scholz? En un punto, los europeos estarán unidos en el espíritu de Trump: deben pagar más, mucho más, por su seguridad.
En cuanto al papel de Elon Musk en el nuevo gobierno americano, plantea mil preguntas. Competencia espacial, telecomunicaciones, desinformación de las redes sociales, inteligencia artificial desenfrenada. En todos estos temas, las decisiones estadounidenses condicionarán las nuestras, incluso más que antes. Depende de nosotros proponer un modelo alternativo.