“La canción me salvó de la enfermedad”

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Stéphanie Fugère Poulin tiene ahora 21 años y tiene en brazos al pequeño Arthur, el hijo de sus sueños.

Si eres fiel a la Opération Enfant Soleil, su rostro de mujer joven puede recordarte al de la niña que era no hace mucho, cuando cantaba si dios existe con Claude Dubois. Fue con motivo de la edición de 2010, evento en el que Stéphanie había aceptado asumir el papel de embajadora.

Ya han pasado 14 años, pero esta gran canción interpretada por la joven tan alta como tres manzanas es sin duda un punto culminante del teletón que regresa este domingo 2 de junio en vivo desde el Théâtre Capitole, en Quebec.

Stéphanie volverá a subir al escenario para dar su noticia y animar a contribuir generosamente a la causa de los niños enfermos.

Durante su memorable actuación de 2010, la pequeña princesa del vestido blanco sostuvo firmemente su micrófono con ambas manos y, en el pómulo de su mejilla derecha, un largo tubo que discurría discretamente desde su nariz hasta su estómago.

Stéphanie Fugère Poulin creció en Saint-Tite. Los primeros dolores de estómago aparecieron después de un paseo por el ambiente del Festival Occidental. Tenía 5 años y medio.

“Al principio, mi madre pensó que era gastroenteritis”, recuerda Stéphanie, cuyo estado empezó a empeorar. Dolor, vómitos, fiebre… Manon Fugère y su hija se dirigieron al hospital de Shawinigan donde una enfermera se permitió la libertad de dar su opinión: “No hay por qué preocuparse, todos los niños de esta edad hacen esto para llamar la atención… casa y regresa si hay algo”.

Regresaron a casa para partir con la misma rapidez en dirección al hospital de Trois-Rivières, donde el personal de enfermería no quiso correr ningún riesgo…

“No sabemos qué le pasa, pero trasladaremos a Stéphanie al hospital Sainte-Justine”.

Nueve meses después de los primeros síntomas y de numerosas estancias hospitalarias después, finalmente se llegó al diagnóstico de gastroparesia grave.

“Mi sistema digestivo ya no funcionaba. Estaba paralizado desde el esófago hasta el intestino. Ya no podía comer ni beber. Ya no entraba nada”.

— Stéphanie Fugère Poulin

Y no salió nada…

“Me estaba intoxicando”.

Su vida estaba en peligro.

“Bebes esto o te mueres”, le dijo un médico para convencerla de que tragara unos sorbos de agua.

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Durante su infancia, Stéphanie Fugère Poulin fue hospitalizada muchas veces debido a una gastroparesia grave. Hoy ella está mejor. (Stéphanie Fugère Poulin)

“Tengo mucho de apagones de este período. Estaba muy enferma, muy delgada. Fue realmente difícil”.

A pesar de su corta edad, Stéphanie se dio cuenta plenamente de la pesadilla en la que estaba inmersa.

Tenía dos opciones: alimentación permanente por sonda (navaje) o medicación aún en estudio, un jarabe caro y con efectos secundarios que hay que tomar en serio, como la arritmia cardíaca…

Cansada de ser alimentada mediante sonda nasogástrica, la joven paciente optó por este preparado líquido que le permitió comer con normalidad y ganar un poco de peso, salvo que comenzaron los mareos.

Stéphanie dejó de tomar este medicamento y su estado de salud fue mejorando progresivamente, aunque la pequeña no estaba completamente a salvo de problemas digestivos y de nuevas hospitalizaciones, sobre todo cuando tuvo la desgracia de contraer una enfermedad gastrointestinal…

“Cuando vomitaba, automáticamente me paralizaba. Ya no podía comer ni hidratarme. Me tuvieron que alimentar a la fuerza y ​​luego mejoró”.

— Stéphanie Fugère Poulin

Su última hospitalización fue hace unos diez años, pero Stéphanie todavía vive con una gastroparesia grave.

“Todavía tengo acidez de estómago y reflujo. Tomo medicación. A veces tengo calambres fuertes, sé que son temporales, trato de encontrar cosas para evitar que sucedan.

Stéphanie intenta domar su “fobia” a revivir este período traumático de su infancia. A la más mínima náusea comienza el círculo vicioso de la ansiedad, admite la nueva madre, que afortunadamente no sufrió dolores de corazón durante el embarazo.

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Un verdadero amigo es para toda la vida. Stéphanie Fugère Poulin y Alain Dumas han compartido varias veces el escenario del teletón Operación Niño Soleil. (Stéphanie Fugère Poulin)

Stéphanie Fugère Poulin nunca olvidará su primer encuentro con Alain Dumas, portavoz de la Operación Niño Soleil. Tenía 6 o 7 años y estaba hospitalizada lejos de su casa, de su familia y de su tranquilizador día a día.

“Alain apareció en mi habitación con su nariz de payaso, cambió su voz y me gastó bromas”.

Manon Fugère lloró de alivio al ver a su hija reír tanto. Ha sido tan largo.

Nació una amistad entre el hombre y la niña que soñaba con cantar. El locutor de radio le abrió las puertas de un estudio. Stéphanie grabó algunas canciones en un CD con una portada real. Trabajo profesional. Qué sueño.

Una idea brotó en la cabeza de la pequeña con gran madurez y bonita voz.

“¿Podríamos hacer copias, venderlas y donar el dinero a la Operación Niño Soleil?”

En 2010, el joven embajador recaudó 11.000 dólares para la causa de los niños enfermos. Pudo conocer a algunos de ellos, que luchaban con diversos problemas de salud.

“No estaba solo en ese barco”.

A partir de esta primera experiencia, Stéphanie grabó un segundo álbum con Mario Pelchat, Nadja, Bruno Pelletier, Maxime Landry, Dan Bigras, etc. Otra suma sustancial –21.000 dólares– fue donada a la Operación Niño Soleil que, a lo largo de los años, recibió unos 50.000 dólares de manos de la mujer que visitaba las grandes tiendas para vender sus CD, además de dar espectáculos navideños en las iglesias.

“¡Es un gran motivo de orgullo!” subraya la joven que, en 2018, aceptó una vez más asumir el papel de embajadora de la Operación Niño Soleil.

Desde sus estudios universitarios de educación especial, Stéphanie Fugère Poulin vive en Victoriaville con Isaac, su amante. Ella nunca dejó de cantar. De vez en cuando, se recurre a su talento en bodas y funerales.

“La canción me salvó de la enfermedad”, dice la mujer que estaba en el hospital cuando su madre le regaló su primer teclado. “Estaba enfermo, inventaba cualquier cosa. Sólo estaba cantando y dejándome llevar. Me olvidé por completo de la enfermedad. Fue mi escape”.

— Stéphanie Fugère Poulin

Stéphanie no ve la hora de esperar el domingo para volver a ver a su amigo Alain y revivir el ambiente de un acontecimiento que lleva dentro, como el pequeño Arthur en la palma de sus brazos.

“¡Ser madre era mi mayor sueño!” dice con cara radiante mientras mira a su hijo que gorjea su alegría de vivir, las más bellas melodías.

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