La paciencia tiene sus límites.

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Se supone que Juraj Slafkovsky encarna el futuro del equipo. Seis pies y tres pulgadas, 230 libras, una presencia física impresionante… y sin embargo, anoche contra los Chicago Blackhawks, parecía que había dejado su talento y su espíritu de lucha en el avión.

Una velada para olvidar, para él y para sus compañeros, pero sobre todo una lección de vida: Martin St-Louis no dejará pasar este tipo de actuaciones sin pestañear. Y tiene todos los motivos para estar furioso.

De vuelta al partido. Normalmente, se supone que Slafkovsky usa su tamaño para dominar los tableros y crear espacio para sus compañeros de equipo.

Pero contra Chicago cometió numerosos errores dignos de un pipí mal despertado. Una escena lo resume todo: Mike Matheson le envía un pase perfecto a la línea azul y ¿qué hace Juraj?

Se queda allí, estático, como esperando un milagro divino que convierta el disco en una red automática. Resultado: remontada, contraataque de los Hawks y gol de Nick Foligno.

Sí, el mismo que Slafkovsky debía cubrir en retirada defensiva. ¿Una manta? ¿Qué cobertura?

Slafkovsky lo seguía, a la deriva, mientras Foligno hundía un puñal en la moral del canadiense.

Si hubiera sido un error aislado, podríamos haber seguido adelante. Pero no, este partido fue una larga serie de errores garrafales.

Ya fuera su lentitud en los tableros o su incapacidad para ganar una sola batalla uno contra uno, todo parecía apuntar a un jugador totalmente desconectado.

Se suponía que Slafkovsky, en la línea superior con Suzuki y Caulfield, sería una fuerza impulsora. En cambio, era un lastre.

Y ahí ni siquiera hablamos de su lenguaje corporal. En el hielo, a veces da la impresión de ser un jugador arrogante, que actúa como si ya hubiera demostrado algo. Alerta de spoiler: este no es el caso.

¿Y Martin St-Louis en todo esto? Imagínese cómo debe sentirse.

Él, un tipo que construyó su carrera superando expectativas y trabajando más duro que los demás, ahora tiene que lidiar con un jugador que a veces parece creer que su estatus de primera opción es suficiente para justificar su lugar en el equipo.

No es que Slafkovsky no haya tenido su oportunidad.

Desde su llegada a Montreal, se ha beneficiado de un generoso tiempo en el hielo, de un papel importante e incluso de cierta indulgencia cuando las cosas iban mal. Pero ahí la paciencia tiene sus límites.

Es hora de que el niño despierte.

Y podemos apostar que en privado el tono fue mucho menos educado. “Si no quieres ganar tus batallas, no jugarás”él debe haberle dicho.

Porque esa es la realidad de la NHL: no importa tu potencial o tu estatus, tienes que entregar los bienes.

¿Y los compañeros en todo esto? Si eres Nick Suzuki o Cole Caulfield, ¿cómo reaccionas?

Trabajas duro, haces todo lo posible para darle una oportunidad a tu equipo y ahí aparece tu extremo en el hielo con la energía de un lunes por la mañana después de un fin de semana demasiado borracho.

Claramente, la celebración de Cole Caulfield el día anterior (él, al menos, anotó su gol número 20 de la temporada) no dejó a todos en el mismo estado.

Slafkovsky jugó como alguien que hubiera preferido quedarse en la cama.

La pregunta ahora es: ¿qué hacemos con él?

¿Debería Martin St-Louis degradarlo a un trío menos importante? ¿Darle menos tiempo de hielo? ¿Quizás incluso enviarlo a las gradas?

El canadiense invirtió mucho en Slafkovsky, ofreciéndole un importante contrato de lujo de 61 millones de dólares y un lugar privilegiado en la alineación.

Pero si sus actuaciones continúan por este camino, está claro que habrá que hacer cambios.

Y hablemos de actitud. Slafkovsky lo tiene todo para triunfar. Tiene el físico, tiene el potencial y ya ha mostrado destellos de genialidad.

Pero todo esto es inútil si no va acompañado de esfuerzo y constancia. Debe entender que en la NHL no se da nada. Cada partido es una audición y cada error cuesta caro.

En conclusión, Martin St-Louis tiene razón en estar furioso.

Anoche, Juraj Slafkovsky demostró todo lo que un jugador profesional no debería ser: indiferente, ineficaz y desconectado.

Pero también mostró todo lo que podría ser si finalmente decidiera despertar.

Porque seamos sinceros, el canadiense le necesita. Pero por ahora es él quien tiene que demostrar que realmente quiere estar ahí.

Miseria …

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