Euro 2024: felicitaciones a la afición de la selección suiza

Euro 2024: felicitaciones a la afición de la selección suiza
Euro 2024: felicitaciones a la afición de la selección suiza
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Partidarios de Nati en la Eurocopa 2024

Publicado hoy a las 15.30 horas.

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Aquí quisiera romper una lanza de alegría para los seguidores de la Eurocopa que se juega desde hace unos días en Alemania. La mayoría de las veces hablamos mal de estas personas que gritan y cantan en los estadios, o de manera ultra condescendiente. Cualquier exceso les merece el calificativo de “hooligans”, entonces se trata de “gestionarlos”, “estacionarlos”, “contenerlos” como ganado peligroso. O bien, se los caricaturiza como gente idiota, tonta por decir lo menos, ridícula en cualquier caso, una manada con sombreros nacionalistas envueltos en prendas de punto que les aprietan el estómago, una o dos cervezas tibias de más en la garrafa.

Me uní a dicha manada, con mi jersey flocado de Djourou, ahora colega, el fin de semana pasado, en colonia. No soy ingenuo. Sin ser un ultra fiel seguidor, casualmente seguía a este Nati de caso en caso, al azar de un torneo u otro. Ahora, lo que sentí en el “muro suizo” de Colonia, miles de seguidores vestidos de rojo, un poco de paf bajo el sol, es parte de la vibración, de la fe, y por tanto de la fiesta pagana.

Frente al televisor se escuchan canciones, ánimos y comentarios que resaltan la pasión que emana de las cohortes anglosajonas o balcánicas. Pero este sábado por la tarde, in situ, entre los suizos, sentí sobre todo la fuerza, el deseo de felicidad. Sin embargo, no debemos despreciar ni burlarnos de este deseo, sino respetarlo: es una aventura, un compromiso, encontrarse allí, después de haber tenido que luchar por un billete, recorrer cientos de kilómetros, encontrar un hotel digno que no engañar demasiado, todas estas cosas humanas. Se trata de asistir a un espectáculo cuya calidad y resultado desconocemos. Existe la esperanza de una explosión, pero ya el peso de una suave tristeza. No se trata de un concierto de estrellas de moda, ni de un partido de fútbol: más bien una apuesta muy atrevida por dos horas de fervor.

El “duodécimo hombre”: así evocamos el poder de la afición. Expresión usada en exceso. Sin embargo, ella dice la verdad perfecta. Porque esto es exactamente lo que pasó en Colonia, con esta dulce locura emergiendo del “muro”. Y fueron estas canciones y estos gritos, ellos, yo y los demás, quienes plantamos estas tres metas, Punkt, Schluss. Lo digo con sinceridad fáctica. Porque los empujó hacia adelante, “nuestros” jugadores, les dio confianza, de verdad.

No siempre funciona, lo sé todo. Pero, en estos tiempos turbulentos, esa emoción colectiva era concreta y unificadora. Al día siguiente, en el tren, al aficionado húngaro, abatido y hostil, que estaba sentado frente a mí, le confesé a modo de disculpa que nadie en Suiza esperaba un equipo capaz de jugar tan bien. Se echó a reír, Imre, que regresaba a su país como yo. Y se acercó a mí como a un hermano.

Christophe Passernacido en Friburgo, trabaja en Le Matin Dimanche desde 2014, después de haber trabajado en particular en Le Nouveau Quotidien y L’Illustré. Mas información

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