En este documental sobre animales, la novedad técnica permite ofrecer una película en total inmersión. El espectador está rodeado de elefantes, búfalos y tropas de leonas cazadoras. Fascinante.
El Serengeti es popular. Hay que decir que este parque de animales del norte de Tanzania, presentado como el último territorio salvaje del planeta, dotado de una biodiversidad excepcional, esconde numerosos tesoros, como demuestra Arte en tres episodios. La novedad aquí es la técnica que permite ofrecer un documental inmersivo.
Eso es bueno, el principio está de moda. Pero hay que reconocer que estar delante del televisor teniendo la sensación de poder acariciar la melena de un león o contemplar la de una jirafa desde una altura de 5 metros renueva el género.
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Todos los documentales sobre vida salvaje cuentan más o menos la misma historia. El de la supervivencia y perpetuación de las especies. Y mostrar depredadores buscando su sustento o manadas protegiendo a sus crías. Sin olvidar la imagen del felino descendiendo de un árbol magníficamente recortada por un atardecer. Excepto que aquí el espectador está en la arena, recibiendo polvo en sus fosas nasales cuando un elefante enojado rasca el suelo o sintiéndose absorbido por una trompa apuntada a la cámara. También hace de árbitro durante la pelea de dos cebras como boxeadores en un ring. Imaginamos los equipos colocados en el suelo y los drones elevándose hacia las cimas.
La fascinación no nos abandona. Que estamos en lo alto de un árbol junto a un babuino oteando el horizonte para detectar peligro. O en medio de una manada de ñus que forman una muralla para darle tiempo al recién nacido a pararse sobre sus cuatro patas antes de comenzar a moverse. La fascinación da paso al asombro cuando, gracias a un travelling, paseamos con guepardos o participamos en una sesión de abrazos con la familia de los leones.
Los recursos técnicos desplegados son colosales. Y permitirte destacar. Aquí, el ataque a un búfalo por parte de una cohorte de leonas está filmado casi de principio a fin y desde diferentes ángulos. Por tanto, las secuencias son menos entrecortadas que en un documental más tradicional. La inmersión es la diferencia.
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