“Vi el cerro arder en llamas en menos de diez minutos, las casas quedaron pulverizadas por todos lados, pero salvé mi casa”

Reportaje
Una avalancha de incendios, la más monstruosa en la historia de la megalópolis californiana, vientos que tenían fuerza de huracán y aún soplan, los bastiones celestiales de las estrellas de Hollywood reducidos a cenizas… Barrios enteros de la mítica Ciudad de los Ángeles han quedado convertidos en cenizas. en pueblos fantasmas desde el 7 de enero.

para ir más lejos

Mercedes, Jaguars y Teslas abandonados atropelladamente en mitad de la carretera. En el interior de las cabinas, una maleta, sacos de dormir, una mochila, testigos de una evacuación preparada que se convirtió en una huida frenética. Detrás de los ventanales de las villas, color negro ceniza, lamidos por las llamas, había árboles de Navidad decorados como si el tiempo se hubiera detenido. Un acuario donde un pez solitario sigue dando vueltas. Esculturas de Venus desnuda retorciéndose aún en pie entre los escombros ennegrecidos. Y, por todas partes, chimeneas rectas como estelas, únicos vestigios de casas que se convirtieron en humo, erizando el paisaje carbonizado. Ni un alma viviente. Un pueblo fantasma. Parece el mundo quemado imaginado por Cormac McCarthy en su novela post-apocalíptica “The Road”. Solo escuchamos un silencio increíble atravesado por los vientos de Santa Ana. Estos vientos arrastraron una avalancha de fuego, con ráfagas de hasta 160 km/h, sobre las colinas de Los Ángeles a partir del 7 de enero. Suficientes para propagar las llamas a la velocidad del rayo, sobre todo porque dos años muy lluviosos habían dado lugar a una exuberante vegetación que luego se secó durante ocho meses sin una gota de agua.

Malibú, Pacific Palisades, Altadena… Barrios paradisíacos poblados por estrellas de Hollywood fueron borrados del mapa en pocas horas. Al menos veinticinco muertos, miles de casas, escuelas, restaurantes, tiendas y teatros arrasados, 16.000 hectáreas pulverizadas, unas 88.000 personas evacuadas que esperan desesperadamente poder volver a casa… cuando este “hogar” todavía existe. Una semana después de las primeras llamas, nosotros…