El ejercicio promete ser inédito, espinoso y un poco surrealista. Los senadores y el gobierno se reunirán, a partir del miércoles 15 de enero en el Senado, en sesión pública, para intentar dotar finalmente a Francia de un presupuesto, tras el fracaso de Michel Barnier y la aplicación, a finales de diciembre de 2024, de un acuerdo especial. ley provisional, un parche destinado a mantener los servicios públicos en funcionamiento a pesar de la ausencia de una ley de finanzas.
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Es un eufemismo decir que la experiencia parece compleja. Por razones de rapidez, François Bayrou decidió partir de nuevo del proyecto de presupuesto para 2025 que ya está sobre la mesa. Un texto elaborado durante el verano por un gobierno Attal en tiempo prestado, reparado en dos semanas por el equipo de Barnier, dado por muerto tras la votación de censura de diciembre y que ahora resucita. Un fantasma, cuyo perfil ya no tiene mucho que ver con el presentado en octubre. El cambio es tal que el Consejo Superior de las Finanzas Públicas, vinculado al Tribunal de Cuentas, se dispone a reevaluar el proyecto, como si se tratara de un nuevo presupuesto.
Los dos datos principales sobre los que se basa la ley de finanzas han cambiado, anunció el martes François Bayrou en su declaración de política general. La previsión de crecimiento para 2025 se redujo a sólo el 0,9%, desde el 1,1%, para tener en cuenta la desaceleración de la economía europea y el impacto negativo de la inestabilidad política francesa. La nueva cifra parece más realista que la anterior, pero algunos analistas son aún más pesimistas. El banco estadounidense Goldman Sachs cuenta, por ejemplo, con sólo el 0,6% en 2025. Un crecimiento bajo, que sólo puede limitar los ingresos fiscales.
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