Se suponía que iba a ser un conflicto tan breve como deslumbrante. El gigante ruso atacó a su vecino ucraniano, planeando derrocar su gobierno y sabotear su soberanía en cuestión de días. Aquí estamos 1000 días después. Mil días que han sacudido muchas certezas, pero que iluminan el camino a seguir. Por restos de sabiduría ganada con tanto esfuerzo.
Publicado a las 17:21
Vladimir Putin no ha perdido la cabeza
En los primeros días de la invasión de Ucrania, muchos pensaron que Vladimir Putin, encerrado en su Kremlin de gruesos muros, había perdido la cabeza y estaba dispuesto a sacrificar a su propio país para satisfacer sus ideas imperialistas. Mil días después, es hora de revisar esta percepción.
El presidente ruso no juega a los dados, sino al ajedrez.
“Vimos desde muy temprano en el conflicto que Vladimir Putin reaccionaba ante las derrotas en el campo de batalla. Lo supimos desde la retirada de la región de Kiev, al comienzo mismo de la invasión. Quedó claro que estaba dispuesto a dar marcha atrás si fuera necesario. Que no ha perdido la cabeza”, me dijo el martes María Popova, profesora de ciencias políticas en la Universidad McGill y autora de un libro sobre la guerra ruso-ucraniana publicado este año.
La amenaza nuclear funciona demasiado bien
En la misma línea, ha quedado claro que la amenaza nuclear de Rusia al mundo occidental está funcionando demasiado bien. Todos los aliados occidentales de Ucrania tienen un pie en el freno, por temor a desencadenar una guerra atómica al cruzar cualquier línea roja del Kremlin.
Joe Biden tardó meses en permitir que Ucrania utilizara misiles estadounidenses de largo alcance en territorio ruso mientras Rusia bombardea Ucrania día tras día.
El martes, la respuesta de Rusia al lanzamiento de los primeros misiles sobre Briansk fue revisar su “doctrina nuclear” y elevar el tono. Por enésima vez.
Si Rusia hubiera tenido una línea roja, la habría superado, sobre todo cuando el ejército ucraniano entró en su territorio y tomó el control de la región de Kursk, sostiene Maria Popova.
La OTAN es sólo una excusa para el presidente ruso.
Al comienzo del conflicto, la comunidad de expertos rusos estaba dividida sobre si Occidente, al llevar a la OTAN a las puertas de Rusia, no había provocado el cataclismo que enfrenta Ucrania hoy. Mil días después del intento de invasión, ha quedado claro que la OTAN no es más que un trapo rojo que el presidente ruso agita delante de los rusos para atizar su nacionalismo.
Andrei Kozyrev, el último ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética y el primero en ocupar el mismo cargo en la Rusia independiente, concedió esta semana una entrevista a Meduza, un medio de comunicación ruso independiente en el exilio.
Andrei Kozyrev sostiene que Vladimir Putin fingió querer integrar a Rusia en la OTAN al inicio de su primer mandato presidencial para denunciar la injusticia cuando la misma alianza le pidió que hiciera reformas profundas para unirse a sus filas. “Con eso hizo un espantapájaros”, dijo. Y todavía funciona.
El costo del conflicto tradicional
El conflicto entre Ucrania y Rusia es el más mortífero en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
El costo es alto para los civiles, de los cuales más de 10 millones han huido del país. Naciones Unidas pudo confirmar esta semana que al menos 12.162 civiles han sido asesinados desde el 24 de febrero de 2022, incluidos 659 niños. Hay un mínimo de 26.919 heridos.
Estas cifras, sin embargo, no se comparan con las pérdidas militares estimadas en más de cien mil combatientes en cada lado del conflicto.
Esta aniquilación, que afecta especialmente a los hombres jóvenes, ya ha provocado que la tasa de natalidad ucraniana caiga en un tercio, un fenómeno que puede dejar profundas huellas en la nueva generación.
¿Y cuál es el resultado de este asesinato? Hasta la fecha, los rusos controlan aproximadamente una quinta parte del territorio ucraniano, incluida Crimea, anexada en 2014. Además, para los ucranianos, es esta anexión y la lucha de las fuerzas separatistas rusas en el este del país lo que verdaderamente marcó el comienzo de la Conflicto ruso-ucraniano. Estamos hablando de 10 años, no de 1.000 días.
Por su parte, los ucranianos controlan actualmente alrededor de 1.000 km.2 del territorio ruso, en la región de Kursk, es decir, el 0,0005% del territorio ruso.
Lo que quieren los ucranianos
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero, muchos temen que los ucranianos se vean obligados a negociar con el Kremlin por un presidente estadounidense favorable a Vladimir Putin.
Alineándose con la opinión pública ucraniana, Volodymyr Zelensky ha dicho repetidamente que no cederá ni un centímetro de territorio ucraniano, pero según Maria Popova, el territorio no es lo que más les importa a los ucranianos.
“Si Rusia está librando esta guerra, no es porque quiera territorio ucraniano, es porque quiere su soberanía. Los ucranianos ahora se dan cuenta de que necesitan garantías de seguridad para seguir siendo soberanos y poder repeler otra invasión”, afirma el politólogo, que considera que este es un requisito previo para la celebración de conversaciones de paz.
Por lo tanto, es esta soberanía la que los gobiernos occidentales deben ayudar a preservar y fortalecer, en particular permitiendo que Ucrania llegue a ser miembro de la OTAN o de una Europa de defensa. Porque, cuando termine la guerra, cuando se hayan firmado acuerdos de paz más o menos justos, la supervivencia de la joven democracia ucraniana, su cultura y su lengua seguirán siendo el mayor desaire frente al régimen autoritario de Moscú. .