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Hasta entonces muy cauteloso en el apoyo militar a Ucrania, el presidente estadounidense cambió de rumbo el domingo 17 de noviembre al autorizar a Ucrania a lanzar misiles ATACMS de medio alcance hacia el interior de Rusia. Un cambio radical justificado por la situación sobre el terreno pero también guiado por la perspectiva de una futura administración menos útil para Kiev.
El tiempo se acaba. Sólo le quedan dos meses para labrarse un legado, tal vez calmar algunos remordimientos por su estrategia en la guerra en Ucrania y confrontar a su sucesor Donald Trump con sus verdaderas responsabilidades internacionales. Al confirmar, el domingo 17 de noviembre, la autorización a Ucrania para lanzar misiles estadounidenses ATACMS de medio alcance hacia el interior de Rusia, Joe Biden se apartó de casi tres años de política de respuesta gradual a la invasión rusa, que, por temor a una intervención militar escalada, limitó el uso de misiles únicamente al territorio ucraniano, contra las tropas enemigas presentes en las zonas ocupadas.
Tras un ataque ruso de una magnitud sin precedentes desde el de septiembre, con el despliegue de 120 misiles y 90 drones en los centros urbanos y centrales energéticas del país, el presidente prefirió explicar su cambio de opinión como respuesta a la r
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