Garabateó dibujos burlándose del Kremlin. Desde entonces, Daniil Kliouka ha sido arrojado durante muchos años a las profundidades del sistema penitenciario ruso, donde la violencia impone su silencio y donde a veces desaparecen las huellas de los presos.
Su historia es sólo un ejemplo entre muchos en Rusia, en medio de la represión de cualquier resistencia, real o imaginaria, a la invasión de Ucrania.
Hasta el invierno de 2023, esta profesora rusa de artes plásticas, de 28 años, llevó una existencia tranquila en Dankov, una localidad situada a 300 kilómetros al sur de Moscú, no lejos de la estación donde murió el escritor León Tolstoi.
En la web de su antigua escuela, un establecimiento corriente, se pueden ver fotografías de su aula con reproducciones de cuadros en las paredes, incluido un autorretrato de Van Gogh.
Intercambio de cartas
Su vida se vino abajo en febrero de 2023, cuando fue detenido en Dankov por agentes encapuchados del FSB, los formidables servicios de seguridad rusos. Le acusan de haber enviado 135.000 rublos (unos 1.213 francos al cambio actual) en moneda digital a la brigada ultranacionalista ucraniana Azov, clasificada como “terrorista” en Rusia. Acusaciones que él niega.
Daniil Kliouka dice que todo empezó cuando su director lo denunció ante el FSB por hacer pequeños dibujos contra el poder en un periódico. La AFP pudo reconstruir su descenso a los infiernos tras conocer el contenido de unas cartas que intercambió con un activista pacifista ruso exiliado en Italia.
Antonina Polichtchouk, de 43 años, sacó gradualmente a la luz este asunto a partir de agosto de 2023, gracias a un proyecto que fomenta las relaciones epistolares con los presos políticos que, incluso procesados por los delitos más graves, tienen derecho a mantener correspondencia.
Al principio, eligió hablar con Daniil Kliouka porque él quería hablar sobre arquitectura y dibujos animados japoneses. “Me interesa la arquitectura y a mi hija le interesan los dibujos animados japoneses. Me dije a mí misma que podríamos escribirle juntos”, explica Polichtchouk.
Dibujos de “bigotes”
A través de cartas intercambiadas a través de la plataforma oficial en línea de la administración penitenciaria, descubrió que el joven estaba siendo procesado por “alta traición” y “financiación de una organización terrorista”. Estos crímenes, castigados con mucha severidad, son utilizados habitualmente por el Estado ruso para aplastar a los manifestantes.
Daniil Kliouka afirma haber sido víctima de una denuncia. Este proceso es popular en Rusia y está alentado por las autoridades, como el presidente ruso Vladimir Putin, quien, ya en marzo de 2022, pidió la eliminación de los “traidores” y la “autopurificación” de la sociedad.
Daniil Kliouka dijo que en su tiempo libre, en su lugar de trabajo, dibujaba “cuernos, barbas y bigotes” en fotografías de un periódico local pro-Kremlin. “Cuando había representantes del poder en una página, a veces escribía ‘demonio’ en sus frentes”, dijo en una carta publicada por el grupo Telegram Politzek-Info, que cubre las represiones políticas.
Pero un día se olvidó del periódico en el colegio y sus compañeros se toparon con él. Según él, por estos garabatos su director lo despidió y se puso en contacto con el FSB. Dijo que luego lo arrestaron, lo torturaron “en un sótano” y que registraron su casa.
20 años en un campamento
Fue en su teléfono confiscado en su domicilio donde los agentes encontraron las pruebas, según ellos, de las transferencias sospechosas. Daniil Kliouka afirma haber hecho una confesión falsa y admitido, bajo los golpes, haber enviado fondos a la brigada Azov, antes de declarar en sus cartas, una vez detenido, que en realidad había transferido dinero a un primo ucraniano.
El primo, Mykyta Laptiev, confirmó haber recibido este dinero y asegura que sirvió para tratar a su padre, el tío de Daniil Kliouka. Contactada en las redes sociales, la directora de la escuela a la que acusa el profesor, Irina Kouzitcheva, no respondió a las peticiones de la AFP.
También es imposible comparar las declaraciones del detenido con las de la acusación porque el FSB calificó el procedimiento como secreto, como casi siempre en este tipo de casos. Su defensa tiene prohibido discutir el caso, bajo pena de prisión.
Después de seis meses de correspondencia, la activista Antonina Polichchouk se dio cuenta de que Daniil Kliouka sólo tenía un abogado de oficio que, “de facto, trabaja para el gobierno”. “Su familia podría haber pagado un abogado y haberse hecho cargo, pero su situación es complicada, fueron intimidados. El FSB asusta a todo el mundo”, se lamenta.
Daniil Kliouka fue condenado en apelación a 20 años de prisión que cumplirá en “régimen severo”, es decir, en condiciones de detención especialmente estrictas. Cada año sólo se le permitirá una visita y un paquete.
ETA