Hay muchas cosas difíciles en los viajes al espacio. Por un lado, con la tecnología actual, llevan mucho, mucho tiempo. Venus, por ejemplo, puede ser vecino de la Tierra, pero ninguna nave espacial ha hecho el viaje allí más rápido que la misión Mariner 2 de agosto de 1962, que tardó 109 días en llegar. Por otro lado, por supuesto, los humanos no pueden abandonar alegremente su nave espacial y caminar por otros planetas, que tienen atmósferas increíblemente hostiles.
Esto significa que se eligen sondas, drones y otras naves sin humanos para aventurarse en nuestro lugar. Una de esas naves fue Magallanes, construida por Martin Marietta y enviada al espacio en mayo de 1989. Su misión fue una primicia mundial: orbitar Venus (también explorada por una serie de otras misiones intrigantes) y mapear lentamente el planeta en detalle. . Al hacerlo, el orbitador proporcionó a los científicos del mundo detalles sin precedentes sobre Venus y su composición. La misión gestionada por el JPL utilizó por primera vez una maniobra sofisticada conocida como aerofrenado, que permitió un control más sencillo del orbitador utilizando la propia atmósfera de Venus mientras recopilaba información.
Sin embargo, se suponía que esta sería una misión unidireccional. Después de unos cuatro años de meticulosa recopilación de datos, el JPL dirigió a Magallanes a la superficie de Venus en octubre de 1994. Este objetivo, que proporcionó una visión aún más singular del planeta, fue también el primero de su tipo.
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