Un nuevo llamado a la acción: proteger a los más jóvenes transformando las regulaciones químicas y reduciendo las exposiciones tóxicas para crear un futuro más seguro y saludable para todos.
Productos químicos manufacturados y salud infantil: la necesidad de una nueva ley. Crédito de la imagen: Precio de JR/Shutterstock
En una habitación en perspectiva La Revista de Medicina de Nueva InglaterraLos expertos médicos del Consorcio de Salud Ambiental Infantil han pedido regulaciones más estrictas para proteger a los niños de los peligros de los productos químicos fabricados. Destacando el papel de los productos químicos sintéticos en el desarrollo de enfermedades no transmisibles (ENT), señalan que las leyes actuales deben reestructurarse fundamentalmente y que la industria química debe priorizar la salud de los niños.
Productos químicos sintéticos vinculados a las ENT
En los últimos 50 años, las ENT entre los niños han aumentado significativamente, con un aumento del 35% en los cánceres infantiles, una duplicación de las discapacidades congénitas reproductivas masculinas y una cuadruplicación de la obesidad pediátrica. También han aumentado enfermedades como el asma, la diabetes tipo 2 y los trastornos del neurodesarrollo. En cambio, las tasas de ENT en adultos, como las enfermedades cardiovasculares y algunos cánceres, han disminuido, lo que pone de relieve la carga desproporcionada que pesa sobre los niños.
Las investigaciones vinculan muchas ENT pediátricas con sustancias químicas sintéticas, como lo demuestran casos como la tragedia de la talidomida, la enfermedad de Minamata y la exposición al dietilestilbestrol (DES). Estos casos, que en conjunto afectaron a decenas de miles de niños en todo el mundo, revelaron las consecuencias a largo plazo de la exposición tóxica durante el embarazo. Estos incidentes demostraron que las sustancias químicas tóxicas podían atravesar la placenta, haciendo que los niños sean más vulnerables que los adultos. Esto llevó al desarrollo de la pediatría ambiental, centrándose en la salud ambiental de los niños.
Avances clave, como el Informe del Consejo Nacional de Investigación de 1993 y la Ley de Protección de la Calidad de los Alimentos de 1996, estimularon la investigación en esta área. Los estudios muestran que incluso niveles bajos de exposición a sustancias químicas durante períodos críticos del desarrollo pueden provocar problemas de salud a largo plazo, incluidos puntajes reducidos del cociente intelectual (CI), retrasos en el desarrollo neurológico y mayores riesgos de enfermedades crónicas. Por ejemplo, se estima que la exposición a bajos niveles de plomo durante la infancia ha reducido el coeficiente intelectual promedio de los niños estadounidenses de 2 a 5 puntos, lo que ha generado costos sociales y económicos sustanciales.
Los estudios epidemiológicos son cruciales para establecer un vínculo entre la exposición a sustancias químicas y las consecuencias para la salud. Encontraron vínculos entre la exposición prenatal a sustancias como plomo, ftalatos y sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS) con diversos trastornos y función cognitiva reducida. La reducción de la exposición a sustancias químicas tóxicas, como lo demuestra la eliminación del plomo de la gasolina, ha generado importantes beneficios económicos y para la salud, lo que destaca la importancia de minimizar la exposición de los niños a sustancias químicas nocivas. La eliminación del plomo de la gasolina por sí sola se ha asociado con un beneficio económico acumulativo que supera los 8 billones de dólares en Estados Unidos desde 1980.
Fallos de las leyes químicas.
La Ley de Control de Sustancias Tóxicas (TSCA) de Estados Unidos de 1977 tenía como objetivo reducir la exposición a peligros químicos y proteger la salud pública, pero en gran medida no logró responsabilizar efectivamente a la Agencia de Protección Ambiental. medio ambiente (EPA).
La TSCA permite a los fabricantes de productos químicos producir nuevos productos químicos sin pruebas de toxicidad previas a la comercialización ni control de seguridad a largo plazo, asumiendo que los productos químicos son seguros a menos que se demuestre lo contrario. Por lo tanto, es responsabilidad de la EPA identificar peligros, evaluar riesgos y justificar regulaciones, lo que lleva a restricciones mínimas sobre químicos dañinos. Se han realizado pruebas de toxicidad a menos del 20% de los productos químicos fabricados, y aún menos se han sometido a evaluaciones específicas de riesgos para bebés y niños.
Aunque se reconocen los riesgos, en los últimos 50 años se han prohibido pocas sustancias químicas en Estados Unidos. El gobierno también otorga subsidios y protecciones para los secretos comerciales, lo que permite a los fabricantes ocultar información crucial sobre la seguridad y la composición de las sustancias químicas. Esta falta de transparencia complica aún más los esfuerzos para garantizar la seguridad y responsabiliza a los contribuyentes de las consecuencias.
En contraste, la política de Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Productos Químicos (REACH) de la Unión Europea requiere cierto seguimiento y análisis de seguridad basados en evidencia antes de que los productos ingresen al mercado. Sin embargo, REACH también depende en gran medida de los datos proporcionados por la industria, incluye numerosas exenciones e impone importantes cargas de prueba a los reguladores. Como resultado, no se han prohibido o restringido más de 73 sustancias químicas y grupos de sustancias químicas, lo que refleja un impacto limitado.
Las políticas estadounidenses y europeas no abordan los efectos acumulativos de las mezclas químicas y a menudo pasan por alto las vulnerabilidades únicas de los niños. Con barreras regulatorias mínimas y fuertes protecciones legales, la industria química está prosperando y contribuye significativamente a la industria manufacturera global y a la economía estadounidense. Actualmente, la industria química representa aproximadamente el 25% del producto interno bruto de los Estados Unidos.
Recomendaciones para el futuro
Es necesario un enfoque de precaución para proteger la salud de los niños frente a los productos químicos sintéticos, priorizando la seguridad sobre la producción química incontrolada. Las suposiciones actuales de que los productos químicos son inofensivos deberían reemplazarse con pruebas independientes y rigurosas que demuestren su seguridad antes de que ingresen al mercado. Los fabricantes también deberían llevar a cabo una vigilancia poscomercialización, centrándose especialmente en los efectos a largo plazo en los niños.
Este enfoque es consistente con las leyes farmacéuticas y los derechos internacionales a un medio ambiente sano y limpio. Además, la adopción de un tratado global integral bajo los auspicios de las Naciones Unidas podría proporcionar un marco unificado para combatir la contaminación química. Las políticas químicas nacionales deberían exigir procesos de aprobación exhaustivos para todas las sustancias químicas, similares a los de los medicamentos, garantizando pruebas independientes y libres de conflictos. Las pruebas deben incluir estudios toxicológicos avanzados, particularmente sobre alteraciones endocrinas, y un seguimiento a largo plazo de la exposición en las primeras etapas de la vida.
A nivel mundial, un tratado vinculante sobre productos químicos bajo los auspicios de las Naciones Unidas podría combatir la contaminación química. El tratado propuesto requeriría un organismo científico y político inspirado en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático para brindar asesoramiento de expertos independientes y garantizar que las acciones regulatorias se basen en las últimas investigaciones. Los informes de los fabricantes sobre las huellas dactilares químicas pueden ayudar a identificar y reducir los riesgos químicos, haciendo que los riesgos sean transparentes para los inversores. Los gobiernos y las resoluciones de los accionistas podrían imponer esta práctica.
Conclusiones
En última instancia, la industria química debe pasar de un modelo basado en el carbono fósil a uno centrado en prácticas sostenibles. Esto implica reemplazar infraestructuras rígidas y obsoletas con sistemas innovadores y flexibles diseñados para priorizar la seguridad y la sostenibilidad. El modelo económico y la estructura del sector deben transformarse fundamentalmente. Esto incluye el desarrollo de moléculas más seguras, una menor dependencia de los combustibles fósiles y diseños de productos innovadores.
La producción química incontrolada plantea riesgos importantes para la salud planetaria, los niños y la humanidad. Para proteger nuestro planeta y a las generaciones futuras, se necesitan reformas legales e industriales urgentes similares a las transiciones globales a energías limpias. El Consorcio pide una acción inmediata sobre estos temas críticos, enfatizando que la inacción no es una opción.