¿En qué bases filosóficas se puede sustentar la reflexión sobre el acompañamiento espiritual de un cuidador cercano para preparar a esta persona al duelo que está a punto de vivir (hablamos entonces de preduelo), dándole tiempo para que comprenda toda su extensión? de ello?
Ésta es la cuestión que Jean-Marc Barreau, profesor del Instituto de Estudios Religiosos de la Universidad de Montreal, quiso dilucidar proponiendo un marco teórico para el acompañamiento espiritual de los cuidadores en situación previa al duelo. Fruto de su reflexión, publicada en la revista Laval teológico y filosófico, Gira en torno a dos grandes pilares filosóficos: la solicitud según Paul Ricoeur y el concepto de rostro según Emmanuel Levinas.
La concepción ricoeuriana de solicitud, elaborada en la obra Uno mismo como otro, constituye por tanto el primer fundamento teórico del análisis. Para el filósofo, la preocupación representa un componente esencial del objetivo ético “caracterizado por una espontaneidad benévola ligada a la autoestima”, escribe Jean-Marc Barreau. Esto se manifiesta en un delicado equilibrio entre dar y recibir, y en una capacidad de “sufrir con”, que establece una forma de reciprocidad en la relación.
La teoría del rostro de Levinas, por su parte, presentada en Totalidad e infinito, constituye el segundo elemento conceptual. Desde esta perspectiva, el rostro constituye “una epifanía que escapa a cualquier intento de aprehensión”, continúa el profesor Barreau. Representa una exterioridad absoluta que exige responsabilidad y constituye una huella del Infinito: el rostro levinasiano “ni se ve ni se toca”, sino que se escucha, provocando un “deseo de los demás” distinto del deseo narcisista”.
La tensión creativa entre Ricoeur y Levinas
Jean-Marc Barreau
Crédito: Josué Bertolino
Jean-Marc Barreau, también responsable del programa de espiritualidad y salud, que forma a los futuros agentes de asistencia espiritual en Quebec, pone de relieve una tensión entre estos dos enfoques filosóficos.
Mientras Levinas insiste en la alteridad radical del rostro como “completamente distinto” de uno mismo, Ricoeur subraya la necesidad de un punto de contacto con el otro para que se pueda ejercer la solicitud. “Según Ricoeur, Levinas pone demasiado énfasis en la alteridad. Por lo tanto, no se puede establecer el punto de contacto necesario para la preocupación”, especifica el profesor.
Esta tensión, a la vez teórica y esencial, alimenta la reflexión sobre el acompañamiento espiritual, particularmente en el contexto del preduelo, “donde la relación debe combinar presencia y preparación a la ausencia”.
Preduelo y duelo anticipado: dos conceptos distintos
Aunque a primera vista los términos preluto y duelo anticipado parecen sinónimos, a los ojos de Jean-Marc Barreau, se distinguen formalmente.
“El preduelo es un trabajo de reordenamiento psicológico que nos permite gestionar simultáneamente dos realidades aparentemente contradictorias: la experiencia de una separación futura y la inversión emocional presente”, afirma. Por otro lado, el duelo anticipado representa la imposibilidad de conciliar estos dos aspectos, lo que lleva a una desinversión en la relación.
El preduelo se distingue así por su capacidad de movilizar emociones como recurso terapéutico. “El preduelo busca las emociones para hacer lo que el duelo anticipado no hace, que es acompañar y en definitiva vivir el duelo”, subraya el profesor. Este enfoque contrasta con la tendencia actual a patologizar el duelo y sus emociones, incluida la tristeza; más bien, ofrece un espacio donde puede existir y convertirse en un material de apoyo, oponiéndose a la tendencia actual de acelerar el proceso de duelo”.
Porque después de la muerte, “la relación continúa construyéndose” para la persona en duelo, sostiene el profesor. “También será más fácil si apoyamos al cuidador cuando sea testigo de lo que llamamos lucidez terminal -el aumento del final de la vida que a menudo observamos en los cuidados paliativos-, que es el mayor regalo que podemos darle”, afirmó.
Tres anclajes clínicos
Por lo tanto, en su artículo propone tres anclajes clínicos vinculados a la preocupación por los profesionales y agentes de atención espiritual llamados a apoyar a los cuidadores en una situación previa al duelo.
- Gestión del exceso de sufrimiento: la preocupación permite apoyar el sufrimiento del cuidador estableciendo una mutualidad que evita verse abrumado por la responsabilidad. La característica de “llevar con” la preocupación alivia sin negar el sufrimiento.
- La reinversión del deseo: la preocupación permite que la relación trascienda el sufrimiento. Reactiva las capacidades de decir, actuar, relacionarse y ser responsable. También se abre a una dimensión espiritual y trascendente del deseo, permitiendo un diálogo de deseos espirituales entre el cuidador y el moribundo.
- El acompañamiento en el pasaje final: se trata de articular el “rostro-presencia” y el “rostro-ausencia”, de entender los “rostro-restos” como huella del infinito. Este momento abre un cuestionamiento espiritual sobre la presencia o ausencia de Dios, o el lugar vacío.
La especificidad del acompañamiento espiritual
Por tanto, el acompañamiento espiritual según Jean-Marc Barreau presenta una doble dimensión distintiva: una dimensión horizontal de peregrinación con la persona que sufre, que implica un auténtico compartir del sufrimiento, y una dimensión vertical de apertura a la trascendencia y al cuestionamiento sobre el más allá. Esta doble dimensión permite articular de manera única la relación de ayuda y la búsqueda de sentido.
También sitúa la preocupación como una “nota correcta” entre la empatía y la simpatía, y representa una opción a la simple generosidad, que puede llevar al agotamiento.
Este enfoque filosófico del preduelo, en el que pueden inspirarse los profesionales de apoyo, está en el centro de dos proyectos de investigación que dirige actualmente Jean-Marc Barreau, uno sobre el duelo en los niños y otro sobre el servicio Última mirada, ofrecido por la Funeraria Magnus Poirier.
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