En Japón, la otra patria de los relojes, la relojería se distingue tanto por su preocupación por la precisión y la artesanía como por su constante búsqueda de innovación.
Los relojes japoneses no son una excepción al principio de excelencia que guía todas las actividades en el Archipiélago. Un curso de acción que implica la unión aparentemente paradójica de la búsqueda permanente de innovaciones de vanguardia y la preservación escrupulosa de las tradiciones. En Japón, la alianza de lo que puede parecer contrario es una fuerza creativa. Un equilibrio encaminado a la armonía. Para apreciar verdaderamente la singularidad de este enfoque, nada mejor que tomarse el tiempo para visitar el Grand Seiko Studio Shizukuishi, cerca del monte Iwate, a 500 kilómetros al norte de Tokio. En el corazón del gran edificio de madera clara diseñado por el arquitecto Kengo Kuma, el término “fabricación” adquiere otra dimensión. Meticulosamente, los “Takumi”, o maestros artesanos, buscan la perfección, tanto en los movimientos como en las cajas.
Cada gesto es un vínculo entre la naturaleza y el hombre, ya sea el pulido Zaratsu, una operación manual capaz de hacer que el acero sea tan reflectante…
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