Michael Hall, biólogo multipremiado y pionero del metabolismo celular

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Michael Hall, durante la presentación de la gran medalla que le concedió la Academia de Ciencias, en París, el 17 de septiembre. ACADEMIA DE CIENCIAS – MATHIEU BAUMER

Desde hace diez años, cada primer lunes de octubre por la mañana, un enjambre de periodistas aterriza frente a la casa de Michael Hall en Basilea, Suiza. Y se mantiene quieto hasta el anuncio del Premio Nobel de Fisiología o Medicina, sobre las 11.30 horas.

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Un ritual instaurado desde que llovieron sobre este biólogo, especialista en procesos de crecimiento celular, las más altas recompensas científicas. Premio Breakthrough de Ciencias de la Vida en 2014; Premio Gairdner en 2015; Premio Lasker en 2017… Este año también, los medios de comunicación habrán esperado en vano el Nobel. Y este investigador suizo-estadounidense, experto en autodesprecio, se burla felizmente de ello. Pero esto no basta para frenar el reconocimiento: el Premio Balzan le será entregado el 21 de noviembre en Roma.

Martes 17 de septiembre El mundo lo conoció con motivo de la entrega de la gran medalla que le concedió la Academia de Ciencias. A sus 71 años, el hombre parece discreto. No te fíes de él: es a su inquebrantable terquedad a la que debe su éxito.

“Michael Hall dio su nobleza al metabolismo celular, este conjunto de reacciones bioquímicas que funcionan en las células”explicó el inmunólogo Alain Fischer, presidente de la Academia de Ciencias, bajo las grandes figuras de Corneille y Molière, Lavoisier y Coulomb.

“El Grial de la Biología”

De hecho, los académicos no podían equivocarse al recompensar al descubridor de las moléculas denominadas Tor (objetivo de la rapamicina), de alcance universal en el universo liliputiense de las células con núcleo. Equipan a todas las células animales, desde levaduras hasta células humanas y vegetales. Y convertirse en torres para controlar el crecimiento celular. “Si eliminamos TOR, ninguna célula podrá sobrevivir”subraya Michael Hall.

« Descubrir un gen con funciones tan esenciales como TOR es el Santo Grial de la biologíasubraya Pierre Léopold, del Instituto Curie de París. En fisiopatología, hay muy pocas historias como ésta. »

Esta saga comienza como un cuento. “En 1965, en la Isla de Pascua, un equipo de microbiólogos canadienses tomó muestras de suelo”narra Michael Hall, en voz baja. Nadie lo sabía, pero este terreno contenía un tesoro que conducirá a TOR. Contenía bacterias, Streptomyces higroscópicodel que se extrajo en 1975 una molécula capaz de bloquear la proliferación de hongos. Llevará el nombre de “rapamicina”, en referencia al nombre indígena de esta isla, Rapa Nui.

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