Brendan Gallagher, el corazón y el alma de los Montreal Canadiens durante más de una década, se encuentra ahora en el centro de un malestar que empieza a resultar difícil de ignorar.
Sobre el hielo, sus actuaciones ya no son las de antes. En el vestuario, su aura de guerrero respetado parece pesar mucho sobre sus compañeros.
Anoche contra los Chicago Blackhawks, ese malestar llegó a un punto crítico.
Gallagher, insertado en la segunda unidad de power play, fue responsable de tres entradas consecutivas a la zona fallidas.
Cada vez perdió el disco, dejando a los Blackhawks contraatacar sin resistencia.
Y, sin embargo, cuando Gally regresó al banquillo después de estos errores, reinó el silencio.
Nadie dijo nada. Ni una palabra. Ni una mirada. Porque es Gally.
Este respeto silencioso por todo lo que ha aportado en el pasado es comprensible. ¿Pero hasta qué punto resulta perjudicial para el equipo?
Gallagher es un veterano que lo dio todo por el CH. Jugó lesionado, sacrificó su cuerpo y marcó goles importantes.
Pero hoy está claro que ya no podrá seguir el ritmo de la Liga Nacional.
Con cinco contra cinco, está retrasado en todas las jugadas. Y en el juego de poder, ya no es una amenaza.
Sin embargo, todavía lo envían a situaciones cruciales, como si se esperara que milagrosamente regresara a su forma anterior.
En los últimos 19 partidos, Gallagher ha marcado sólo dos goles y cinco asistencias. Para un jugador que gana 6,5 millones por temporada, eso está lejos de ser suficiente.
Y aquí es donde arraiga el malestar. Jugadores jóvenes como Nick Suzuki y Cole Caufield, que deberían ser los líderes del mañana, se ven obligados a lidiar con la sombra de Gallagher.
¿Cómo pueden afirmarse plenamente cuando el equipo todavía parece paralizado por la presencia de un veterano que ya no puede cumplir con sus expectativas?
En el vestuario la admiración por Gallagher es evidente. Todos los jugadores lo respetan. Todos elogian su ética de trabajo, su actitud positiva y su dedicación al equipo.
Pero este respeto es también una prisión. Cuando Gallagher comete una pérdida de balón o ralentiza al equipo en el hielo, nadie se atreve a enfrentarlo. Porque es Gally.
Y ahí radica el verdadero problema.
Anoche ese malestar era evidente. Cada vez que Gallagher perdía una batalla de discos o fallaba un pase, nadie quería ser quien rompiera el silencio.
¿Pero en qué momento este silencio se vuelve insoportable? ¿En qué momento alguien debería tener el coraje de decir lo que todos piensan: que Gallagher ya no es una sombra de lo que era antes y que su presencia en el hielo duele más de lo que ayuda?
El problema va más allá del simple desempeño sobre hielo. Esta es una dinámica de equipo poco saludable, donde el respeto por un jugador legendario impide que la organización tome decisiones difíciles pero necesarias.
Martin St-Louis, aunque conocido por su franqueza y su capacidad para desafiar a sus jugadores, también parece dudar a la hora de afrontar la realidad. ¿Pero cuánto más puede durar esto?
Gallagher era un guerrero. Encarnaba todo lo que debería ser un jugador de hockey.
Pero hoy se ha convertido en una carga. No sólo en el hielo, sino también en el vestuario. Este respeto exagerado por su pasado está empezando a costarle caro al equipo.
Y si nadie tiene el coraje de romper este círculo vicioso, el malestar no hará más que crecer.
Mientras los Canadiens luchan por seguir siendo competitivos en una liga cada vez más acelerada y exigente, tomar decisiones difíciles es crucial.
Gallagher merece algo mejor que terminar su carrera en un papel ambiguo como un veterano respetado pero ineficaz. Y el equipo merece algo mejor que quedarse paralizado por este persistente malestar.
Es hora de que la organización enfrente la realidad. Por el bien del equipo, por el bien de los jugadores jóvenes que deben tomar el mando y por el bien del propio Gallagher.
Porque el malestar no puede durar para siempre. En algún momento alguien tendrá que decir lo que todos piensan.
Porque prolongar esta situación es faltarle el respeto no sólo al equipo, sino a todo lo que Gallagher ha logrado para esta franquicia.
Amén