Además, muchos países emergentes carecen de la infraestructura para cumplir con la obligación de proporcionar informes ESG completos. Como resultado, las empresas de estos países a menudo quedan excluidas, aunque ejerzan una influencia positiva en la sociedad y el medio ambiente.
El problema es que las normas ESG, diseñadas principalmente para los mercados desarrollados, ejercen presión sobre las industrias locales de los países emergentes. Si las normas para el medio ambiente y la seguridad en el trabajo son importantes, hay muchas empresas en estos países que no pueden respetarlas sin ayuda y capital del exterior. El caso de la industria textil de Bangladesh ilustra bien la situación. Las estrictas disposiciones ESG desalientan a los inversores sin eliminar los riesgos para los trabajadores locales.
Mercado opaco
Según el tiempos financieros, Un número creciente de investigadores teme que la preocupación de los inversores ESG por los derechos de los empleados y otras cuestiones sociales los lleve a abandonar los países más pobres, donde la protección en estas áreas es deficiente.
Pero es difícil encontrar cifras al respecto. Timo Busch, profesor de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de Hamburgo, no conoce ninguno. Y faltan estudios fiables. A sus ojos, las cifras caen en el terreno de la especulación. “Si nos centramos en los filtros ESG para identificar a los buenos estudiantes, nos topamos principalmente con grandes empresas occidentales”, señala el economista. Por lo tanto, generalmente es más fácil para los inversores encontrar datos completos sobre el desarrollo sostenible en los países desarrollados que en los países pobres.
Si nos centramos en los filtros ESG para identificar a los buenos estudiantes, nos encontraremos principalmente con grandes empresas occidentales.
¿Deberíamos concluir de esto que los países ricos tienen mejores puntuaciones ESG y que los criterios en esta área son más fáciles de cumplir? Es necesario hacer distinciones entre los sistemas de calificación de países y empresas. Según Sabine Döbeli, directora de la asociación profesional Swiss Sustainable Finance, las calificaciones nacionales se basan en numerosos indicadores que dependen del nivel de vida, pero también de otros relacionados con la buena gobernanza. “En estas condiciones, es lógico que a los países en desarrollo les vaya peor”.
Como explica Sabine Döbeli, las empresas de los países emergentes están peor clasificadas según los criterios ESG, y esto se debe a diferentes factores. Estas empresas operan en países donde las regulaciones son generalmente menos estrictas. Por lo tanto, tienen estrategias ESG menos ambiciosas. “Desde este punto de vista, las calificaciones no son injustas, sólo reflejan un nivel inferior de prácticas ESG”, deduce el experto de la SSF. Pero cuando los inversores están interesados en los países emergentes, tienen en cuenta este hecho y sitúan el valor de referencia más bajo, o comparan empresas con sus homólogas de países con una posición económica similar.
Relación riesgo-retorno, un indicador clave
Por eso, el director de la asociación suiza para las finanzas sostenibles no habla de desigualdad de trato, sino más bien de “pensar en el riesgo”. Es importante no poner en la misma cesta todos los productos de inversión que invierten en países emergentes. “Corresponde a cada inversor examinar cuidadosamente la relación riesgo-rentabilidad y decidir sobre esta base”.
Para Sabine Döbeli, se está intentando demostrar mejor que también en los países emergentes existen inversiones atractivas cuyo riesgo no es mayor que en las correspondientes categorías de inversión en los países industrializados.
¿Será finalmente necesario introducir nuevos criterios ESG diferenciados, teniendo más en cuenta el contexto de los países en desarrollo? Rachel Whittaker, directora de inversiones sostenibles del proveedor de servicios financieros Robeco, señala que el sector de la sostenibilidad ya está avanzando hacia criterios ESG más diferenciados y específicos, tanto para diferentes regiones del mundo como para la consideración de áreas específicas como el clima, la diversidad biológica o incluso cuestiones sociales. La Corporación Financiera Internacional (IFC) y la ONU se han comprometido recientemente a una mayor participación de los países emergentes en la definición de las reglas ESG. “Estas iniciativas tienen como objetivo establecer un enfoque más equilibrado y justo para la inversión sostenible”, afirma Rachel Whittaker.
Centrarse en los países emergentes
El énfasis puesto en determinadas regiones en el desarrollo de los análisis ESG y sus efectos podría contribuir a garantizar que las inversiones en los países en desarrollo no sólo sean sostenibles sino “también integradoras y que tengan más directamente en cuenta las economías sociales y locales”, explica Rachel Whittaker.
Si la población mundial alcanzará los 10 mil millones de seres humanos en 2050, esto se deberá principalmente a la demografía de los países emergentes, estima el especialista. “Por lo tanto, para inversiones sostenibles, tiene sentido centrarse en los países emergentes. Porque ahí es donde se sentirán los principales efectos”.
Rachel Whittaker, especialista en desarrollo sostenible adscrita a la filial de Robeco en Zurich y ciudadana suiza y británica, insiste en la observación de que las condiciones para tal desarrollo, al igual que los objetivos de la ONU en este ámbito, están explícitamente orientados a la reducción de las desigualdades entre países.
En busca de criterios generalmente reconocidos
En 2015, la comunidad global aprobó la Agenda 2030 y se comprometió con un total de 17 objetivos globales de sostenibilidad (Objetivos de Desarrollo Sostenible, o ODS) desde perspectivas sociales, económicas y ecológicas. Estos ODS deben formar la base para promover un crecimiento sostenible e inclusivo para todas las partes. “En los últimos años se han desarrollado muchas estrategias e instrumentos financieros para lograr estos objetivos, lo que crea oportunidades interesantes para los inversores”.
Según Rachel Whittaker, el principal desafío para las inversiones sostenibles es que actualmente todavía no existen criterios ESG generalmente reconocidos, a pesar de que las autoridades reguladoras, especialmente en Europa, están tratando de estandarizar y aclarar estas cuestiones. “Esto dificulta que los inversores evalúen qué empresas respetan realmente estos valores y las actividades que se derivan de ellos”, señala.
Por lo tanto, corresponde a los propios inversores cumplir con el deber de diligencia si quieren invertir su dinero respetando los principios del desarrollo sostenible. “Debemos aplicar la misma disciplina a las inversiones sostenibles o ESG que a las tradicionales”.