Se repite siempre el mismo estribillo: cuando un medio de comunicación publica un artículo sobre un kebab o un establecimiento de restauración modificado tras controles de higiene por parte de las autoridades, los lectores piden que se revele el nombre del boui-boui para poder “evitar . “¿Por qué te escondes donde está? No entiendo por qué queremos proteger a estas empresas”, dijo un lector tras un caso en San Galo, que provocó la hospitalización de cinco niños por intoxicación alimentaria y mientras el nombre del kebab permanecía en secreto.
Es la ley la que protege a los establecimientos. Hace diez años, el Parlamento debatió la introducción de una mayor transparencia. Se había imaginado, por ejemplo, la posibilidad de que el público pueda obtener, previa solicitud, los informes de inspección una vez realizados. Pero los funcionarios electos finalmente se negaron, para gran consternación de las asociaciones de consumidores. “Si algo no cumple con la normativa hay que declararlo claramente, es una cuestión de seguridad. Entonces la gente puede formarse su propia opinión”, afirma Sara Stalder, directora de la asociación de protección del consumidor de habla alemana.
Si no se publican los nombres es para proteger la reputación de los establecimientos. Incluso si una empresa mejora sus estándares de higiene o cambia de propietario, su reputación, una vez dañada, es difícil de recuperar, señala GastroSuisse, que se opone a la publicación por parte de las autoridades de los nombres de las empresas con malos resultados.
Esto es lo que pasó hace un año. La revista K-Tipp realizó sus propios análisis y publicó los resultados. El “peor kebab de Suiza”, todavía en St. Gallen, registró una caída de asistencia del 50 al 60%, a pesar de tomar medidas inmediatas para remediar las deficiencias detectadas. Las autoridades vaudoises tampoco son tacaños a la hora de localizar kebabs ligeramente dudosos. También en este caso no se revelan los nombres, a veces ni siquiera la localidad, en el caso de que su mención permitiera identificar al inquilino.
La solución Zougoise no es tan efectiva
Zug ha creado un sistema destinado a una mayor transparencia. Los establecimientos que son auditados y obtienen buenos resultados reciben un certificado que pueden exhibir voluntariamente. El objetivo era animar: los lugares sin certificado podrían haber parecido sospechosos. Sin embargo, según el Consejo Federal, este sistema no ha tenido una influencia significativa en las estadísticas de evaluación de la higiene. Por otro lado, tuvo impacto el último cambio legislativo de hace diez años, que reforzó los controles. “De 2011 a 2014, el número de establecimientos clasificados en la categoría “muy bueno” aumentó de poco más del 50% a casi el 70%”, señaló en respuesta a una investigación parlamentaria en 2015.