Tanto para Estados Unidos como para Europa, las previsiones parecen bastante optimistas, y el riesgo de sorpresas es mayor a la baja que al alza.
¿Qué esperar en 2025? Intentemos examinarlo desde el punto de vista del consenso, es decir, de las previsiones que actualmente expresan, en promedio, los economistas y los analistas financieros y las expectativas implícitas reflejadas en los precios de mercado.
Fotografiar el consenso no debe interpretarse como un ejercicio exacto de previsión, sino como una actividad útil para marcar el punto de partida a partir del cual evolucionará la realidad futura.
A nivel macroeconómico, el año 2025 se considera un año de continuación del ciclo económico global.
Se espera que el crecimiento de la eurozona sea del 1,2%, mejor que el aumento del 0,8% previsto para finales de 2024. Para Estados Unidos, las estimaciones de crecimiento para 2025 se sitúan actualmente en el 1,9%, una desaceleración en comparación con el 2,7% en 2024.
Las expectativas de una aceleración gradual en la eurozona probablemente estén vinculadas al aumento de la renta disponible, gracias a la caída de la inflación al 2% y el consiguiente aumento del consumo. Es más difícil entender por qué se espera que el crecimiento de Estados Unidos se desacelere, especialmente teniendo en cuenta el supuesto apoyo de la administración Trump a las empresas.
En cuanto a la inflación, 2025 debería confirmar un entorno de precios estable tras el aumento de 2022.
En la eurozona, la inflación promedio en 2024 se sitúa en el 2,4%, pero la tendencia a lo largo del año ha sido a la baja, por lo que se espera que la inflación extraordinaria se acerque al 2%. El consenso parte de este valor para expresar las previsiones para 2025, pero también las para 2026, que son exactamente del 2,0%.
Se espera que la inflación subyacente, que promedió el 2,8% en 2024, alcance el 2,2% en 2025, lo que en última instancia hará que la inflación vuelva al objetivo del BCE.
En Estados Unidos aún no se ha logrado volver a los niveles anteriores al Covid. La inflación media para 2024 es del 2,9%, pero se sitúa en el 2,6% (cifra de octubre) a finales de año. Para 2025, el consenso prevé una media del 2,3%. La inflación subyacente, la medida preferida de la Reserva Federal, promedió el 2,7% en 2024 y se espera que alcance el 2,2% en 2025.
Estas previsiones, tanto para la zona del euro como para Estados Unidos, presagian la consecución de los niveles objetivo de los bancos centrales. Este supuesto es compartido por la inflación implícita de los valores indexados a la inflación, que desde hace mucho tiempo estima que la inflación promedio para los próximos años será de poco más del 2% para Estados Unidos y poco menos del 2% para la eurozona.
2025 se perfila como un año de recortes de las tasas de interés por parte de los bancos centrales, aunque a diferentes ritmos.
En cuanto al BCE, el mercado espera una caída de los tipos actuales del 3,25% (tipo de depósito) al 1,7% en el verano de 2025. Un total de 150 puntos básicos menos, seis reducciones de 25 cada una, una en cada reunión, incluida la del 12 de diciembre.
En cuanto a la Reserva Federal, la victoria de Trump y la expectativa de medidas fiscales expansivas han reducido, sin eliminar, las expectativas de recortes de tipos. Ahora se espera que los tipos aumenten del 4,5% actual al 3,8% a finales de 2025, con tres reducciones durante el período, frente a las siete previstas antes de la votación.
Si comparamos las expectativas de política monetaria con las de inflación, vemos que una reducción de los tipos del BCE al 1,7% significaría una reducción de los tipos justo por debajo de la inflación, lo que haría que la política monetaria moderadamente expansiva, una hipótesis plausible dado el débil crecimiento del zona.
Para la Reserva Federal, por el contrario, reducir los tipos al 3,8% significaría mantenerlos por encima de la inflación, es decir, mantener un cierto grado de ajuste monetario. Nuevamente, esto sería apropiado dada la fortaleza de la economía estadounidense.
En los mercados de bonos, es posible anticipar el futuro utilizando tipos de interés a plazo, que proporcionan una indicación de los tipos futuros reflejados en la forma actual de las curvas.
La curva de la zona del euro, con tipos a corto plazo del 3% y tipos a largo plazo (10 años) del 2,3%, muestra una pendiente positiva de la curva de un año, con tipos a corto plazo cayendo debido a las decisiones del BCE y a largo plazo. tasas a plazo cercanas a los niveles actuales.
Movimientos aún más moderados para la curva americana. Las tasas a corto y mediano plazo han caído, aunque marginalmente, tras las decisiones de la Reserva Federal. Los tipos a largo plazo se están estancando en torno al 4,4%.
Estos indicios están perfectamente en línea con las expectativas en términos de crecimiento económico, inflación y gestión de la política monetaria. El hecho de que se espere que las tasas de corto plazo del próximo año sean más bajas que las actuales refleja las expectativas implícitas en torno a las tasas del BCE y la Reserva Federal.
La inmovilidad de las partes largas de las curvas refleja las perspectivas de continuación del ciclo económico.
Se trata de expectativas que permitirían a los inversores beneficiarse del flujo de cupones ofrecidos por los mercados de obligaciones y obtener plusvalías en caso de una desaceleración inesperada del ciclo macroeconómico (política de seguro contra la recesión).
En el caso de los mercados de renta variable, la evolución futura de los índices depende tanto de la evolución de los beneficios como de los múltiplos (PER). Aunque no existen previsiones consensuadas para el PER, los analistas elaboran estimaciones de beneficios para los próximos años.
En la zona euro, se espera que los beneficios del índice Eurostoxx crezcan un 8,5% en 2025 y un 10,8% en 2026. En Estados Unidos, las previsiones para el índice S&P 500 son +14,1% y 13,1% para los próximos dos años. Se trata de estimaciones que, en el caso de Estados Unidos, reflejan expectativas de apoyo fiscal a las empresas y la habitual gran contribución de las ganancias del sector tecnológico. En Europa, las tasas de crecimiento son inferiores a las de Estados Unidos, lo que es coherente con las expectativas de un crecimiento económico y una inflación más moderados.
Tanto para Estados Unidos como para Europa, las previsiones parecen bastante optimistas, y el riesgo de sorpresas es mayor a la baja que al alza.
El crecimiento de los beneficios no puede considerarse una aproximación al rendimiento esperado de los mercados subyacentes, porque debe combinarse con el cambio de los PER, que ya se están expandiendo con fuerza en Estados Unidos este año, pero mucho menos en la zona del euro.