Dos años después de despedir al 80% del personal de Twitter, Elon Musk todavía acoge con satisfacción esta controvertida decisión. A pesar del aumento del tráfico, la nueva plataforma X se enfrenta a una caída de los ingresos publicitarios y a una proliferación de contenidos problemáticos, lo que pone en duda la viabilidad de este modelo.
Una gestión que le ofreció un puesto en el Gobierno
Dos años después de transformar radicalmente el panorama de Twitter, rebautizado como X, despidiendo al 80% de sus empleados, Elon Musk sigue defendiendo esta controvertida decisión, presentándola como un éxito de gestión. Una publicación reciente en la red social, utilizando un meme irónico sobre el funcionamiento de las administraciones, Revivió la polémica en torno a los métodos de gestión del multimillonario y el impacto real de estos despidos masivos.
El detonante de esta nueva ola de críticas fue una interacción entre Elon Musk y un usuario de X. Este último destacó, con un toque de ironía, que a pesar de la salida del 90% de su plantilla, la plataforma siguió funcionando. Musk corrigió la cifra, precisando que se trataba del 80% de los empleados, al tiempo que validaba la afirmación inicial: “80%, pero el argumento es válido”. Esta afirmación, vista por muchos como una provocación, reaviva el debate sobre la pertinencia de esta estrategia de reducción drástica de costes y sobre sus consecuencias a largo plazo para X.
Recordemos que en el momento de su adquisición por parte de Elon Musk en 2024, Twitter tenía aproximadamente 7.500 empleados. Tras una serie de despidos masivos, este número se redujo abruptamente a alrededor de 1.500, una reducción de 6.000 personas. Musk justificó entonces estos recortes presupuestarios por la necesidad de corregir la situación financiera de la empresa, estimando que los ahorros realizados permitirían ahorrar 4 millones de euros al año. También afirmó que esta drástica reducción de personal no impactaría el funcionamiento de la plataforma.
Fue, entre otras cosas, esta ola masiva de despidos la que le ofreció un puesto en el Gobierno de Donald Trump. Elon Musk no tiene miedo de despedir gente y pretende aplicar el mismo método a la administración estadounidense.
Una pintura de dos tonos
Dos años después, la observación es más matizada. Si bien X ha experimentado un aumento significativo en el tráfico, alcanzando récords con más de 540 millones de usuarios, la plataforma enfrenta serios desafíos. La repentina caída de los ingresos publicitarios, estimada en un 59%, demuestra la fragilidad del modelo económico actual. Además, los despidos masivos han tenido consecuencias preocupantes en aspectos cruciales del funcionamiento de X, incluida la moderación de contenidos y la lucha contra la desinformación.
Los informes indican que departamentos clave, como el de seguridad, se han reducido a unas 20 personas. Esta situación ha provocado una proliferación de cuentas automatizadas (bots) y un aumento de contenidos que violan las reglas de la plataforma. Ante estas críticas, Musk permanece imperturbable y continúa promocionando su estrategia, argumentando que X funciona mejor con menos empleados.
Sin embargo, muchos expertos del sector están preocupados por la sostenibilidad de este modelo. La drástica reducción de los equipos de moderación y desarrollo podría, en última instancia, comprometer la calidad de la experiencia del usuario y la seguridad de la plataforma. La fuga de anunciantes, preocupados por la proliferación de contenidos problemáticos, también representa una grave amenaza para la viabilidad económica de X.
Más allá de las cifras y provocativas declaraciones de Elon Musk, surge la pregunta sobre la responsabilidad de las plataformas digitales en la gestión de la información y la protección de los usuarios. Los despidos masivos llevados a cabo en X plantean cuestiones fundamentales sobre el equilibrio entre la rentabilidad económica y la necesidad de garantizar un entorno en línea seguro y respetuoso. El futuro de X, y más ampliamente la evolución del panorama de las redes sociales, dependerá en gran medida de las respuestas a estas preguntas cruciales. La arriesgada apuesta de Elon Musk, dos años después, sigue siendo, por tanto, controvertida y su resultado incierto.