En este colegio de Lorient, el móvil está en la taquilla desde 2022 – Mi Blog

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“Cuando llegamos a casa, apagamos el teléfono y lo guardamos en la taquilla. Luego vamos a clase”, resume Ylan, estudiante de 5º grado del colegio Auguste Brizeux de Lorient.

El establecimiento, que linda con el puerto deportivo, comenzó a implementar este «descanso digital» en 2022, que se ha probado en 180 escuelas secundarias desde el inicio del año escolar. Completamente reconstruido en 2019, cuenta con una pared de taquillas en la planta baja, inicialmente destinadas a guardar libros y cuadernos.

Aquí también es donde los estudiantes dejan sus preciados teléfonos inteligentes cada mañana, para luego recogerlos una vez que terminan las clases.

¿Sin control del personal educativo? “No somos aduanas, confiamos en los niños”, responde a la AFP el director, Grégory Charbonnier, al frente del colegio de Brizeux (600 alumnos) desde 2020.

“Si miráramos en las mochilas, podríamos encontrar algunos teléfonos de alumnos que no los dejaron por una razón u otra. Pero ese no es el objetivo: queremos demostrar que es posible y beneficioso prescindir del teléfono durante la jornada escolar”, explica.

Charbonnier quería aplicar esta prohibición “por dos razones: el bienestar y la salud del niño y la lucha contra el acoso que con demasiada frecuencia se amplifica por teléfono a través de las redes sociales”.

“El 90% de nuestros alumnos tiene teléfono móvil y el 55% de ellos pasa más de 20 horas semanales en él”, destaca la directora.

– “Eso tranquiliza a todo el mundo” –

“Es importante marcar una distancia física entre el alumno y su teléfono durante el día” para que tengan la mente libre, insiste el director, sobre todo porque algunos pueden mostrar signos de comportamiento adictivo.

Para Ylan, como para sus compañeros, todo sonrisas en los pasillos, el gesto es ya una costumbre y no parece ser vivido en absoluto como una intimidación.

“Nos evita la tentación de mirarlo. Cuando estamos en clase, no lo necesitamos y corremos el riesgo de distraernos”, afirma Ylan.

“Es bueno porque nos desconectamos un poco de las pantallas y las redes sociales. Y también nos permite pasar tiempo con nuestros amigos”, añade su compañera de clase Inès.

La colegiala incluso piensa que si no la obligaran a dejar de lado su smartphone, lo encerraría en su taquilla “para concentrarse mejor, porque de lo contrario me sentiría un poco atraída”.

En esta clase de 5º grado, todos los propietarios de un smartphone lo han guardado sabiamente en su casillero, excepto Oscar, quien, cuando el director le pregunta, admite que todavía lo tiene en su bolso: “sonó, no quería arriesgarme a llegar tarde…”

Esta vez no será reprendido, pero “si un estudiante es sorprendido por la patrulla, se le confiscará el teléfono”, como prevé el reglamento interno, señala Grégory Charbonnier.

El teléfono será devuelto durante el día pero en presencia de alguien responsable del niño “porque la explicación y el diálogo son muy importantes”, añade.

En caso de reincidencia demasiado frecuente, se identificará al alumno y “se le pedirá cada mañana que entregue personalmente su teléfono, ya no en su taquilla, sino en la oficina de vida escolar”, con un control sistemático esta vez. Las sanciones se reservan para los casos extremos en los que “el diálogo ha fracasado”.

“A veces miran rápidamente su teléfono entre dos clases, sacan un cuaderno de su casillero, para ver si tienen una notificación o un mensaje, pero en general encuentro que son bastante regulares”, sonríe Camille Bellanger, asistente educativa.

Para su colega Galla Crequer, “habría mucho más acoso si tuvieran el teléfono”.

“Creo que es una medida muy buena. Tranquiliza a todo el mundo, profesores y alumnos”, resume Florence Allix, profesora de alemán.

“La idea es crear una dinámica que el estudiante pueda apropiarse y, esperamos, implementar fuera de la universidad”, dice Grégory Charbonnier.

prohibir/mb/mpm

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