“El “sistema de ultramar” genera una inhabitabilidad que, a pesar de las frecuentes convulsiones, continúa persistiendo”

“El “sistema de ultramar” genera una inhabitabilidad que, a pesar de las frecuentes convulsiones, continúa persistiendo”
“El “sistema de ultramar” genera una inhabitabilidad que, a pesar de las frecuentes convulsiones, continúa persistiendo”
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lEl término “consumo”, tomado del economista martiniqués Michel Louis, evoca la destrucción interna de una sociedad por un modelo económico global que, sin restricciones aparentes, a menudo a través del consumo, erosiona sus fundamentos culturales, políticos y sociales. El juego de sonidos, mezclando “consumo material” y “consumo existencial”, resume una de las dinámicas capitalistas de las sociedades contemporáneas. El “sistema de ultramar” francés, al que pertenece Martinica, no es una excepción a esta regla. Es el hogar del capitalismo mercantil que se suma a una matriz colonial residual que nuestras décadas de resistencia no han podido socavar.

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El sistema de ultramar genera una inhabitabilidad que, a pesar de las frecuentes convulsiones, continúa persistiendo. Esta mezcla de capitalismo y colonialismo se alimenta de sí misma y de las correcciones que se le hacen dentro de su única lógica. Su inevitabilidad es internalizada por todos: desde los tomadores de decisiones franceses (desde los más reaccionarios hasta los mejores “rebeldes”), pasando por nuestros activistas decoloniales más exasperados, hasta aquellos que, ahora, elevan al sol el “caro costo de la vida”. cuadrado de este asunto.

Las fuerzas tradicionales de resistencia (pensamiento político, virtud sindical, acción cultural, etc.) se han congelado en el pragmatismo empresarial o en las posturas de los obsoletos negros morenos. La razón independentista se aferra a un maniqueísmo de los años cincuenta: sus consignas decoloniales no son más que encantamientos cuya probada ineficacia sugiere una renuncia secreta a cualquier cambio real. La reflexión política interna (asimilacionista, autonomista, independentista) ya no permite comprender los misterios del capitalismo globalizado, su dominio de nuestra imaginación o la inclusión del sistema extranjero en este lamentable mecanismo de relojería.

Precariedades amplificadas

La matriz colonial residual sigue ahí, momificada en una depredación neoliberal que impone la preeminencia de la economía sobre la existencia humana, bloquea sectores lucrativos y recompensa a los lobbies que frecuentan los ministerios y pasillos europeos. Completa el cuadro con una cosificación de la vida, que va desde el envenenamiento de los suelos hasta la erosión de los espacios agrícolas.

Bajo el imperio de la religión capitalista, las precariedades materiales, culturales, intelectuales, espirituales y éticas no han hecho más que aumentar. En el sistema de ultramar, se ven exacerbados por la matriz colonial residual: preeminencia económica de lo mismo, guetos raciales, desempoderamiento institucional, aislamiento forzado en nuestra cordial geografía y, sobre todo, negación de cualquier existencia a nuestros pueblos-naciones compuestos, surgiendo de los desastres de la colonización.

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