A menudo paso por la rue de l’Ukraine en Montreal. Minicalle de dos tramos que bordea el parque del mismo nombre y la majestuosa catedral ucraniana de Santa Sofía. Al doblar la esquina, siempre pienso en el pueblo ucraniano desde que Rusia decidió invadirlo. Estas familias, obligadas a abandonar su tierra natal para encontrar refugio en los cuatro rincones del mundo, incluido aquí.
La guerra ya lleva 1.000 días en pleno apogeo. Desde el inicio de la guerra, 300.000 ucranianos han huido para establecerse en Canadá; 30.000 se establecieron en Quebec, de los cuales 25.000 en la región de Montreal. Recordemos también que antes de esta ola en Quebec, el censo de 2016 contaba con 42.550 personas de origen ucraniano en la provincia.
Solidaridad ejemplar de los quebequenses
Como testifica a Radio-Canada Michael Shwec, presidente del Congreso de los canadienses ucranianos de Quebec: “Los quebequenses no sólo abrieron sus manos, sus puertas, también abrieron sus billeteras para ayudar, está en los valores de Quebec”.
Apoyar a los refugiados ucranianos hasta el final
Pero ahora nos enteramos de que, debido a cuestiones burocráticas, otra disputa entre Quebec y Ottawa, existe incertidumbre sobre su estatus, lo que pone en peligro su acceso a la tarjeta sanitaria de Quebec.
Las exigencias del gobierno de Quebec están ciertamente justificadas, porque el gobierno federal tarda en ofrecer una compensación total por los costes generados por las oleadas migratorias de los últimos años, pero…
La guerra está lejos de terminar y, nos guste o no, estos hombres y mujeres son refugiados en el sentido más estricto de la definición. El gobierno tiene el deber de tranquilizar inmediatamente a estas personas vulnerables, que han huido de una guerra despiadada y están construyendo un nuevo hogar aquí.
Sobre todo, no tienen que pagar el precio de otro conflicto federal-provincial, que los privaría de asistencia sanitaria. La base, eso es.