Menos de un año después de un movimiento de escala histórica, la alianza mayoritaria en Francia FNSEA-JA pidió acciones nacionales una vez que se complete la siembra de invierno, “a partir de mediados de noviembre”, pero más probablemente la semana del 18 de noviembre, cuando comenzará el G20 en Brasil.
La Coordinación Rural, el segundo sindicato agrícola del país que ganó visibilidad con acciones de huelga el año pasado y cuyos dirigentes hacen gala de su proximidad a la extrema derecha, promete “una revuelta agrícola” a partir del 19 de noviembre, con un “bloqueo del transporte de alimentos”. .
En cuanto a la Confederación Campesina, tercera fuerza sindical y heredera de las luchas antiglobalización, planea acciones esta semana contra los “acuerdos de libre comercio” o el “acaparamiento de tierras por parte de las empresas energéticas”.
El clima es tenso. A las tesorerías incruentas se suma el miedo a ver concretado en Río el acuerdo de libre comercio de la Unión Europea con Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia) y el miedo a ver subir los impuestos en las fronteras china y americana.
” Obsesión “
Sobre el terreno, los sindicatos se miden a medida que se acercan las elecciones profesionales (en enero) que determinarán su representatividad y, por tanto, los recursos públicos que se pagarán a cada uno.
Desde principios de octubre, las acciones se han multiplicado en las regiones: una novilla destripada por un lobo abandonada frente a una subprefectura en Doubs (este del país), una vigilia fúnebre celebrada en “la memoria de la agricultura francesa” en Corrèze (sur), crisantemos dispuestos al pie de la cruz que simbolizan a los criadores de los Vosgos abandonados por el grupo lácteo Lactalis…
La movilización, que comenzó el año pasado en un sediento Tarn (sur), esta vez tiene su origen en una campiña terriblemente húmeda. Debido al exceso de agua, Francia, primera potencia agrícola de la Unión Europea, experimentó en 2024 su peor cosecha de trigo en 40 años y vio caer su cosecha en una cuarta parte.
Desde los Pirineos hasta la frontera belga, los rebaños de vacas y ovejas sufren una ola de epidemias devastadoras que amenazan la fertilidad de los animales supervivientes y, por tanto, la producción futura. “Sin una respuesta estructural, la crisis nunca ha cesado y se ha agravado enormemente debido a los peligros climáticos”, subraya Laurence Marandola, portavoz de la Confederación Campesina.
Sin embargo, desde enero, el Gobierno ha aumentado sus compromisos, ha liberado cientos de millones de euros en ayudas, ha puesto en marcha una ley de orientación agrícola y ha afrontado las milhojas administrativas denunciadas por los agricultores. La ministra de Agricultura, Annie Genevard, sólo habla de su “obsesión” por cumplir los compromisos adquiridos, como un “control administrativo único” anual de las explotaciones o “préstamos garantizados por el Estado”.
Pero, paradójicamente, la situación es más explosiva que el año pasado. Los productores de cereales tienen menos trigo y lo venderán más barato debido a la caída de los precios internacionales, los productores tienen la sensación de una “caída sin fin”.
“Pronóstico vital comprometido”
En Alto Garona, Jérôme Bayle, figura de la movilización del invierno pasado en el suroeste, cree que la firma del acuerdo UE-Mercosur será el elemento “que hará estallar la ira”.
En la FNSEA, que defiende la vocación exportadora de Francia en trigo y coñac, Arnaud Rousseau pide a París que vete este tratado. “Es una línea escarlata”, “una lucha existencial”, repitió.
En la Coordinación Rural, Véronique Le Floch advierte que si el Mercosur entrara en vigor, “ya no valdría la pena hablar de la ley de orientación agrícola”, porque sería inútil instalar a los jóvenes en una Francia que habría “diseñado la soberanía alimentaria desde importaciones”.
La Confederación Campesina, que lleva años luchando contra este acuerdo, cree que “ninguna medida de reciprocidad podrá jamás compensar las importaciones masivas” que resultarían de él.
En un clima económico sombrío, todos están avanzando sus peones. Una fuente sindical reconoce una “tentación de superación” entre organizaciones rivales, pero también por parte de la clase política.