¿Qué pasa si dejamos de lado nuestras hermosas resoluciones para 2025?

¿Qué pasa si dejamos de lado nuestras hermosas resoluciones para 2025?
¿Qué pasa si dejamos de lado nuestras hermosas resoluciones para 2025?
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Con este inicio de año que marca el cuarto de siglo, siento la urgencia. La necesidad de convertirme en una mejor versión de mí mismo. Es un cliché. Lo sé. Pero no puedo escapar de la inmensa presión de las redes sociales que nos empujan estos días a repensar nuestra forma de ser. ¿Has visto todos estos mensajes sobre cómo tomar el control de ti mismo? “Elimina al malo”, “empieza de nuevo”, “¡sacude tu jaula!”.

Porque si hemos de creer a los hacedores de buenas intenciones, 2025 es sinónimo de profunda transformación social y espiritual. Un año crucial lleno de promesas, pero también de desafíos preocupantes: crecientes tensiones geopolíticas, cuestiones climáticas urgentes y importantes trastornos tecnológicos. Incluso los ciclos planetarios anuncian períodos de reflexión y renovación. Échale la culpa a Saturno y Neptuno. Y eso viene con la obligación de cambiarte a ti mismo. ¡Mal programa!

Sólo queremos ser “más mejores”

Lo que sigue es nuestra lista de resoluciones que son tan ambiciosas como poco realistas. Y las mil y una cosas que podemos hacer para romper con nuestros malos hábitos. Abundan los programas de fitness rápidos y eficaces. Nos preguntamos por qué no sucumbimos antes a estas soluciones llave en mano para estar menos cansados, menos estresados, menos preocupados, menos perfeccionistas, menos negativos, menos irritables, menos tristes, menos enojados, menos ansiosos, menos impacientes. , menos envidioso, menos influenciable, menos rígido, menos desorganizado, menos impulsivo, menos exigente, menos resentido, menos egocéntrico, menos pesimista. ¡Uf!

Nos imponemos duros planes de acción que no durarán más allá del Día de San Valentín. Lo sabemos, pero emprendemos el mismo camino, con la esperanza de quien nunca ha fracasado. Aceptamos hacernos sufrir con la promesa de sentirnos mejor.

Estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para estar más en forma, más bellas, más delgadas, más jóvenes, más saludables, más amables, más tranquilas, más productivas, más atentas, más enérgicas, más inspiradas, más relajadas, más optimistas, más creativas, más equilibradas, más serena, más consciente, más amada. ¡Por fin más feliz!

Un mensaje que provoca ansiedad

Este mensaje de transformación pretende ser positivo. Pero viene acompañado de una gran dosis de estrés. “¿Qué? ¿No tienes cinco minutos para cambiar tu vida? Nos sentimos obligados a mirar en nuestro patio trasero para ver qué hay por ahí. Como diría Marthe Laverdière: “¡Siempre hay malas hierbas que vuelven a crecer! ¡No lo dejes ahí! ¡Tienes que arrancarlo!

Como reflejo de nuestras inseguridades, nuestras resoluciones expresan lo que creemos que deberíamos ser ante los ojos de los demás y no lo que realmente nos hace sentir bien. Por eso fracasan tan a menudo. La felicidad no está en una lista de cosas por lograr, sino en pequeños momentos de gracia.

¿Qué te irá bien hoy? Tal vez sea correr 5 km o hacer las tareas del hogar. O viendo una serie de televisión mientras comía una sopa casera, desplomado en el sofá. Sólo hay buenas respuestas.

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